Un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, del Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC y de GREFA han publicado en Ardeola (la revista científica de SEO/BirdLife), han denunciado que el 86% de las aves muertas por colisión con tendido eléctricos no son detectadas debido al sistema de recuento existente.

ave tendido electrico

Cernícalo sobrevolando un tendido eléctrico. foto: flickr Ferrán Pestaña

La organización SEO/Birdlife ha señala que este sistema se basa en el recuento de cadáveres, un método que, según han explicado, genera «preocupación» con respecto a la precisión. En concreto, sospechan que se «infravaloran los índices reales de mortalidad».

Así, los expertos indican que existe sesgo en este sistema, ya que no se tiene en cuenta la desaparición de ejemplares muertos por descomposición o eliminación por carroñeros, porque puede haber detección imperfecta o una caída de cadáveres fuera de la zona de rastreo.

El proyecto puesto en marcha por los científicos de la UAM y de la Museo de Ciencias Naturales-CSIC ha analizado a fondo todas estas fuentes de sesgo, centrando su trabajo en líneas eléctricas de las islas de Lanzarote y Fuerteventura, para conseguir factores de corrección y obtener estimas no sesgadas de las tasas de mortalidad de aves.

Diferencias entre aves de distintos tamaños

«El primer hallazgo de nuestro estudio fue que las tasas de persistencia de los cadáveres disminuyeron con el tiempo transcurrido desde la colocación de los mismos, y esta disminución fue mayor en aves de tamaño pequeño», ha explicado la autora principal del trabajo, Julia Gómez-Catasús.

Según ha apuntado, a partir de un experimento que consistió en la colocación de cadáveres en el campo y de su seguimiento en distintos días después de su colocación, se observó «que solo el 2% de las aves muy pequeñas permanecieron 30 días después de la colocación, mientras que esta proporción aumentó hasta un 50% y un 80% para las aves de tamaño mediano y grandes aves, respectivamente».

En cuanto a la probabilidad general de detección de cadáveres, los científicos señalan que fue de 0,134, lo que significa que únicamente el 13,4% de los ejemplares muertos por colisión fueron detectados, mientras que el 86,6% de los cadáveres pasaron inadvertidos.

El habitat

Además, los autores determinaron que la detectabilidad de los cadáveres dependía también del hábitat, disminuyendo en áreas rocosas y pedregosas donde el rastreador requiere más atención al caminar y disminuye la agudeza de la búsqueda de ejemplares muertos.

Además, esta probabilidad de detección fue también menor para aves de pequeño tamaño y para restos más viejos, en un estado de descomposición-fragmentación más alto.

Para la autora, estos resultados determinan que «un ave grande como un cuervo común puede ser menos detectable varios meses después de la colisión que una muerte reciente de un ave más pequeña, como una tórtola turca».

Pero, los científicos señalan también como «un asunto crucial» la información obtenida (hasta ahora escasa) sobre los patrones de dispersión de cadáveres alrededor de las líneas eléctricas.

«En este sentido, un hallazgo importante del estudio ha sido que las aves grandes se encuentran más cerca de la línea que las aves pequeñas, y ambas tienden a caer más lejos en líneas eléctricas más altas. Por lo tanto, la franja de muestreo debe definirse de acuerdo con la altura del tendido eléctrico, ya que las líneas más altas requieren áreas de búsqueda más amplias», subraya Gómez-Catasús.

Equilibrio coste – beneficio

Por otro lado, los autores evaluaron los patrones de dispersión de los cadáveres junto con la rentabilidad de búsqueda de los mismos, lo que les permitió identificar un umbral de distancia de 27 metros en el que la rentabilidad de la búsqueda de los ejemplares colisionados alcanzó su máximo, considerando los costos de tiempo-esfuerzo y la cantidad de aves muertas registradas.

Por último, combinando la información del patrón de dispersión de los cadáveres alrededor de las líneas eléctricas y sus detectabilidades, se realizaron varias simulaciones que mostraron que el 42,6% de los cadáveres de aves grandes se detectan con un solo observador, mientras que el 68% y el 82,2% se encuentran con dos y tres observadores, respectivamente.

Estos porcentajes, indica el estudio, disminuyen para las aves de tamaño pequeño, detectando el 9,8%, 18,8% y 27,2% de los cadáveres para uno, dos y tres observadores, respectivamente.

Fuente: Europa Press