Este sistema, que se espera que esté completamente operativo en 2026, le pondrá nombre y apellidos a cada emisión de gases de efecto invernadero que tengan lugar en nuestra atmósfera, y nos permitirá reducirlas o eliminarlas.

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El huracán Ida fotografiado por el programa COPERNICUS. Foto: Unión Europea/Copernicus Sentinel-3/Reuters

La XXVI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático de la ONU (COP26) ha sacado a la palestra las diferencias en la contabilidad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Aunque los países siguen una serie de directrices comunes a la hora de sumar y controlar sus emisiones anuales de GEI, varias de estas fuentes de emisión, como los cálculos del uso de la tierra o de ciudades específicas, son estimaciones basadas en datos de actividad y estadísticas.

A este control se suman los satélites que miden las modificaciones en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y que incluyen las emisiones generadas por los incendios forestales. Del mismo modo a esta contabilidad climática contribuyen también los observatorios meteorológicos de referencia mundial, como el de Mauna Loa en Hawaii (Estados Unidos) o el de Izaña en Tenerife.

“Desde el comienzo de la revolución industrial, hemos visto cómo los niveles de dióxido de carbono se han incrementado más rápido que nunca»

Ambos registran cada año un nuevo máximo. En 2020, en abril el primero alcanzó una concentración de 417,8 ppm y el segundo ese mismo mes de 417,8 ppm (partes por millón de concentración media diaria de CO₂).

Las negociaciones de la COP26 comenzaron el 31 de octubre con el jarro de agua fría lanzado pocas jornadas antes por el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas, que alertó de que los esfuerzos de reducción comprometidos por los países llevarían a la temperatura media global del planeta a situarse 2.7ºC por encima de los valores preindustriales, una cifra muy lejana al 1.5ºC de incremento térmico prometido.

Uno de los problemas de la contabilidad de las emisiones radica, precisamente, en que hasta la fecha no ha sido posible distinguir las emisiones naturales del sistema de la Tierra y calcular de manera específica las emisiones generadas por la actividad humana, que son las que hay que atajar, puesto que son la génesis de la emergencia climática.

Pero esa dificultad tiene los días contados. Coincidiendo con la COP26 el Servicio de Vigilancia Atmosférica de COPERNICUS (CAMS) ha anunciado que está desarrollando una herramienta “revolucionaria” que permitirá monitorizar de manera exhaustiva las emisiones antropogénicas.

Los científicos de Copernicus, que es un componente del Programa Espacial de la Unión Europea financiado por la UE, podrán estimar y medir las emisiones producidas por la actividad humana tanto de CO₂ como las de metano (CH4) y lo harán con “una precisión y detalle sin precedentes y prácticamente en tiempo real”. Copernicus, durante su lanzamiento en Glasgow, destacó que podría casi medirse de manera individualizada lo que emite cada ciudad, fábrica, central eléctrica o planta de producción de combustibles fósiles.

El CAMS se implantará a través del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (CEPMPM) y estará financiado por la Unión Europea, aunque trabaja también con otros organismos como la Agencia Espacial Europea o la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT).

Los científicos procesarán las observaciones satelitales con modelos informáticos de la atmósfera y la biosfera de la Tierra de modo que podrán cuantificar “de forma sistemática las emisiones antropogénicas de CO₂”.

Para su pleno desarrollo falta aún cierto tiempo, puesto que en la actualidad está en desarrollo el prototipo para el lanzamiento de la primera capacidad europea de apoyo a la monitorización y verificación de emisiones antropogénicas de CO₂ (CO2MVS). La hoja de ruta de COPERNICUS prevé que el sistema se halle plenamente operativo en 2026, con tiempo suficiente para poder contribuir con el segundo inventario mundial de emisiones de GEI que los países que han ratificado el Acuerdo del Clima de París en 2015 deberán tener listo en 2028.

En estos momentos, las partes de la Convención de Cambio Climático realizan el que será el primer inventario mundial que deberá estar listo en 2023 y que permitirá conocer realmente si los países están progresando o no en su objetivo de limitar el calentamiento del planeta en 1.5ºC de aquí a final de siglo.

La ventaja de este desarrollo de Copernicus está en que además de proporcionar un mayor conocimiento técnico y científico de la realidad climática, al precisar el origen específico de cada emisión, facilitará la toma de decisiones y la implantación de medidas certeras y pormenorizadas para combatir este problema global.

Datos como nunca antes

Durante la presentación de la COP26, el subdirector del CAMS, Richard Engelen, mostró su ilusión por poner en marcha la segunda fase –después de un trabajo previo iniciado hace siete años—en la que se lanzará el servicio CO2MVS en colaboración con todos los socios que mejorará la “eficacia de las mediciones de CO₂ como nunca antes”. De ese modo, confió en que su trabajo seguirá respaldando la toma de decisiones con datos de calidad que, “por primera vez” permitirán cuantificar y precisar las emisiones antropogénicas de GEI.

“Desde el comienzo de la revolución industrial, hemos visto cómo los niveles de dióxido de carbono se han incrementado más rápido que nunca, y cada vez se hace más urgente tomar medidas reales para reducir las emisiones de forma muy significativa. Al proporcionar datos precisos y de alta calidad sobre las emisiones antropogénicas, podemos ayudar a los responsables políticos ante este enorme reto”, concluyó.

Engels defendió que este nuevo servicio supondrá un “cambio revolucionario” en la lucha contra el cambio climático y sumará un nuevo esfuerzo que combinado con otros contribuirá a identificar y posteriormente a reducir las emisiones dado su enorme alcance. En definitiva, el nuevo sistema permitirá monitorizar todo el planeta “en tan solo unos pocos días” e incluso localizar fuentes aisladas de CO₂ y de CH4 y proporcionar datos a nivel regional para evaluar las variaciones entre la realidad y las promesas y objetivos locales de reducción.

Fuente: El Confidencial