El Banco Mundial propone tres grandes ideas para alcanzar este objetivo: financiar la nueva Agenda Urbana, promover el desarrollo territorial y mejorar la resiliencia urbana ante el cambio climático y los riesgos de desastres. Este organismo invierte una media de 6.000 millones de dólares anuales en desarrollo urbano y resiliencia en todo el mundo.

En la actualidad, el 54% de la población mundial vive en zonas urbanas, y se prevé que este porcentaje seguirá creciendo. La cantidad de habitantes en las ciudades aumentará 1,5 veces hasta llegar a 6.000 millones de personas en 2045, es decir una cifra adicional de 2.000 millones de residentes urbanos, según los datos publicados por el Banco Mundial en su informe sobre el Desarrollo Urbano. Y calcula que a nivel mundial, se necesitan entre 4,5 billones y 5,4 billones de dólares para cubrir el déficit de financiación para infraestructuras urbanas. Solo el 3% de esta cantidad está disponible a través de la asistencia oficial para el desarrollo (AOD). Esto significa que las ciudades deben fortalecer sus finanzas municipales, buscando al mismo tiempo nuevas maneras de aumentar la financiación para la infraestructura urbana. En palabras de Sameh Wahba, director de Desarrollo Urbano, Desarrollo Territorial y Gestión del Riesgo de Desastres del Banco Mundial, “el Banco se compromete más que nunca a ayudar a los países a responder a las demandas fundamentales de la urbanización y hacer que las ciudades y las comunidades sean inclusivas, resilientes, productivas y sostenibles para todos”.

Precisamente, acaba de finalizar la novena edición del Foro Urbano Mundial en Kuala Lumpur (Malasia), cuyos debates han girado en torno al tema Ciudades 2030, ciudades para todos: Implementar la Nueva Agenda Urbana, organizado conjuntamente por ONU-Hábitat y el gobierno de Malasia. En su declaración final, se ha solicitado el despliegue de todos los esfuerzos, medios y recursos disponibles para la operacionalización del concepto de ciudades para todos, garantizando que todos los habitantes, de las generaciones presentes y futuras, sin discriminación de ningún tipo puedan habitar y producir ciudades y asentamientos humanos justos, seguros, saludables, accesibles, asequibles, resilientes y sostenibles para fomentar la prosperidad y la calidad de vida para todos».

Además, para conseguir la implementación de la Nueva Agenda Urbana, hay que trabajar en cinco puntos clave:

1.- Fortalecer el papel de los gobiernos subnacionales y locales, los sistemas de gobernanza urbana que aseguran el diálogo continuo entre los diferentes niveles de gobierno y la participación de todos los actores, y el aumento de la coordinación multinivel e intersectorial, la transparencia y la rendición de cuentas.

2.- Alentar el intercambio de soluciones creativas y prácticas innovadoras que permitan un cambio en la mentalidad necesaria para impulsar el cambio.

3.- Construir alianzas inclusivas y fortalecer los entornos sensibles a la edad y al género para asegurar una participación y participación significativas en todos los niveles.

4.- Adoptar un desarrollo territorial integrado, incluso a través de instrumentos apropiados de planificación urbana y diseño, para garantizar la gestión y el uso sostenibles de los recursos naturales y la tierra, la compacidad y densidad apropiadas, la diversidad de usos y la revitalización del patrimonio cultural.

5.- Implementar mecanismos de monitoreo e información, incluida la evaluación de los impactos, que fomenten las mejores prácticas para la formulación de políticas efectivas.

La Nueva Agenda Urbana es el documento final resultante del acuerdo en la conferencia Hábitat III que se llevó a cabo en octubre de 2016 en Quito, Ecuador. Constituirá una guía para orientar los esfuerzos en materia de desarrollo de las ciudades para una amplia gama de actores (estados, líderes urbanos y regionales, donantes, programas de las Naciones Unidas y la sociedad civil) para los próximos 20 años. Esta agenda sentará las bases para políticas y estrategias que se extenderán e impactaran a largo plazo.

Riesgos y desafíos

El número de habitantes de las ciudades sigue creciendo rápidamente, especialmente en Asia y África, ya que las personas y las familias continúan migrando hacia las zonas urbanas en busca de mejores medios de subsistencia. El Banco Mundial calcula que para 2050, con una población urbana que duplicará su tamaño actual, casi 70 de cada 100 personas en el mundo vivirán en ciudades. Esta entidad denuncia que casi 1000 millones de pobres urbanos viven todavía en barrios marginales y asentamientos informales, principalmente en Asia, África y América Latina, y con frecuencia están excluidos del acceso a viviendas asequibles, servicios básicos de buena calidad y mejores empleos. Y avisa de que el cambio climático complica aún más el desafío de la urbanización: «para 2030, el cambio climático y los desastres naturales pueden costar a las ciudades en todo el mundo unos 314.000 millones de dólares anuales, y empujar a la pobreza a otros 77 millones de residentes urbanos». Pero hay lugar para el optimismo: «a buena noticia es que, a medida que aumentan los desafíos de la urbanización, crece el compromiso mundial de hacer que la urbanización se realice de manera correcta».

Así, en el documento del Foro Urbano Mundial, hablan de «desafíos emergentes que requieren acciones urgentes». Incluirían, por ejemplo, reconocer que las crisis son cada vez más urbanas, «lo que requiere herramientas de urbanización inclusivas adaptadas a los contextos locales y a la naturaleza de los desastres y conflictos naturales y humanos, así como guiar la asistencia humanitaria, acelerar la recuperación y contribuir a construir y mantener la paz». También hay que gestionar las complejidades del aumento de la migración a las ciudades, en todos los niveles, aprovechando las contribuciones positivas de todos y utilizando enfoques de planificación más inclusivos que faciliten la cohesión social y creen oportunidades económicas. Otro punto importante es comprender el impacto de las nuevas tecnologías y el potencial de los datos abiertos y accesibles, «que requieren modelos de gobernanza y diseño que ayudan a asegurar que nadie se quede atrás» además de abordar las crecientes desigualdades sociales y culturales, la falta de acceso a oportunidades económicas, que se manifiestan cada vez más en las ciudades. Y, naturalmente, responder a la degradación ambiental y las preocupaciones sobre el cambio climático.

Fuente: Diario_responsable