La práctica de alimentar a los animales salvajes para atraerlos está alterando el comportamiento y los hábitos de la tortuga verde en Canarias, según un estudio en el que ha participado el biólogo del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio) Lluís Cardona.

La investigación, que ha publicado la revista ‘Science of the Total Environment‘ y que tiene como primera autora a Catalina Monzón (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), también está firmada por expertos de la entidad ADS Biodiversidad, la Fundació Oceanogràfic y los Centros de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira y La Tahonilla de Canarias.

Según ha explicado Cardona, el archipiélago canario es el punto más septentrional donde se puede encontrar habitualmente la tortuga verde (‘Chelonia mydas’) en el Atlántico oriental.

Esta tortuga marina, la mayor de la familia Cheloniidae y la única con dieta herbívora, está incluida en la lista roja de especies amenazadas según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

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Nueva amenaza

Ligada a los herbazales de seba marina (‘Cymodocea nodosa’), en el Mediterráneo occidental aparece de manera esporádica, mientras que en la región oriental tiene una población residente, aislada de las poblaciones atlánticas.

Cardona ha advertido que el ‘feeding’ -alimentar a los animales salvajes para atraerlos- es ahora una nueva amenaza para la tortuga verde, una especie históricamente amenazada para su consumo y más recientemente por la pesca accidental, el tráfico marítimo y la basura marina.

«Ofrecer alimento a las tortugas verdes para atraerlas es una práctica en expansión en el Caribe y actualmente es habitual en las Islas Canarias», ha denunciado Cardona, que es profesor del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB y miembro del Grupo de Investigación de Grandes Vertebrados Marinos de la Universidad de Barcelona.

«El hecho de ofrecer alimento suplementario a las tortugas tiene como consecuencia que retrasa la adopción de una dieta herbívora, y eleva los niveles de triglicéridos y de otros marcadores sanguíneos asociados al consumo excesivo de proteínas y grasas y también aumenta los niveles de ciertos contaminantes orgánicos e inorgánicos», ha avisado el biólogo.

El contacto humano

Además, ha alertado de que «acostumbrarlas al contacto humano las hace más vulnerables a las colisiones con embarcaciones y la captura con artes de pesca que emplean anzuelos, ya que las tortugas se sienten atraídas por los cebos».

En su trabajo, los expertos han aplicado un amplio protocolo experimental que incluye análisis de tipo genético, bioquímico, toxicológico y de isótopos estables, así como la foto-identificación y la telemetría por satélite para seguir la población de tortugas.

Los investigadores han propuesto potenciar medidas que regulen las actividades recreativas y mejorar la vigilancia para mejorar la conservación de la especie, que tiene como principales depredadores los tiburones -en el caso de las crías, también los grandes peces y pájaros marinos- y que hace largas migraciones desde las áreas de alimentación hasta las playas de anidación en países tropicales.

«Además de proteger las praderas de seba, habría que explicar a los submarinistas y los propietarios de embarcaciones recreativas los efectos negativos que tiene la alimentación de las tortugas por parte de los humanos», ha concluido Cardona.

Fuente: El periódico