Las balsas de fosfoyeso podrían tener una utilidad insospechada en la lucha contra el calentamiento global. Según un estudio elaborado por científicos de varias universidades, el fosfoyeso puede ser utilizado como base para una reacción química que permite la captura de dióxido de carbono. Traducido a cifras: los 120 millones de toneladas de fosfoyeso depositados en las marismas del Tinto servirían para eliminar de la atmósfera 30 millones de toneladas de CO2, las emisiones de la industria química durante 6 años.

Así se pone de relieve en la investigación realizada por C. Cárdenas-Escudero, V. Morales-Flórez, R. Pérez-López, A. Santos y L. Esquivias, científicos de las universidades de Sevilla, Huelva y Cádiz y el CSIC, de la que se publicaba una comunicación hace unos días en el Journal of Hazardous Materials (después de que estas entidades hayan patentado el descubrimiento). El trabajo propone una solución para dos problemas ambientales: los fosfoyesos depositados en la marisma (y aquellos que pueden generarse en un futuro en otras partes del mundo) y las emisiones industriales de dióxido de carbono.

El estudio parte del uso del fosfoyeso como materia prima para la captura del CO2. Al atacar el fosfoyeso con sosa y agua se genera sulfato sódico en solución acuosa (un 61% de la sustancia resultante) y portlandita o cal apagada (39%). Sería esta última la que capturaría el CO2, mediante una reacción química por la que la cal se carbonata en contacto con el dióxido de carbono formando calcita. Y para ello sólo necesitaría humedad continua, algo fácil en la marisma. También estaría a mano la materia prima, las balsas de fosfoyeso que tanta polémica y movilización ciudadana han generado, así como la sosa, abundante y barata. Algo importante, puesto que para tratar los 120 millones de toneladas de fosfoyeso de la marisma harían falta 55,2 millones de toneladas de sosa, calcula el estudio, que ha contado incluso con los fosfoyesos vertidos en las zonas ya restauradas de las marismas del Pinar y Mendaña.

El tratamiento de absolutamente todos los fosfoyesos depositados en la marisma supondría capturar 30 millones de toneladas de dióxido de carbono; como comparación, las fábricas onubenses incluidas en el comercio de derechos de emisión (la gran mayoría, del Polo), por el que se controlan las toneladas de CO2 liberadas por factoría, expulsaron el pasado año 5,03 millones de toneladas.

Balsa de fosfoyesos en Huelva. Foto: nuestronombre.es



Con estas cifras sobre la mesa, los científicos consideran que han encontrado una solución económicamente viable. Según explica el catedrático Luis Esquivias, del departamento de Física de la Materia Condensada de la Universidad de Sevilla, aparte de la facilidad para encontrar fosfoyeso y sosa, gran parte del producto resultante, el sulfato sódico, «es comercializable». El sulfato resultante del proceso químico es de calidad y tan libre de contaminantes que «podría incluso tirarse al mar», pero tiene una salida como recurso para las industrias de detergente o papeleras.

También la calcita es utilizable, como material de construcción, ámbito en el que es conocida como marmolina, mármol en polvo. De hecho, según Esquivias, la calcita resultante de este proceso es de «buena calidad», al tratarse de un polvo muy fino, de 4 o 5 micras de tamaño. Sin embargo, en este caso hay un problema añadido: mientras el sulfato sódico sale libre de contaminantes, la calcita mantiene la concentración de metales y radiactividad presente en el fosfoyeso, por lo que necesitaría de un proceso de descontaminación antes de poder utilizarse en construcción. Aunque otra propuesta de los investigadores es su uso en los trabajos de restauración de las zonas mineras.

No obstante, señala Esquivias, aunque no se llegase a comercializar la calcita, ésta supondría una ventaja sobre el fosfoyeso ahora mismo depositado en la marisma por ser un elemento «más sólido y estable y más fácilmente manejable». Su transferencia al medio es más complicada que la del fosfoyeso original, señala, lo que facilitaría por ejemplo su traslado. Otra ventaja sería la importante reducción de la cantidad existente de residuos: aplicando los cálculos del estudio universitario, quedarían menos de 70 millones de toneladas de este material más manejable.

El futuro de la calcita sería una de las incógnitas a resolver de un proyecto que todavía tiene que ser complementado. Otra cuestión a detallar sería el presupuesto del proyecto (se ha trabajado con cálculos estimativos) y un estudio de viabilidad ambiental que tenga en cuenta, por ejemplo, el traslado de los 55 millones de toneladas de sosa o la calcita, para que no sea más el CO2 emitido que el capturado. Otra cuestión en la que no entra el trabajo de investigación inicial, pero que sería de seguro tratada en un estudio ambiental, es el tratamiento a aplicar a la calcita en un hipotético traslado ante el escaso tamaño del polvo, inferior a 10 micras y que por tanto se puede introducir fácilmente en el sistema respiratorio.

El grupo de científicos deja pues de momento la idea sobre la mesa, a la espera de que pueda ser recogida. Por ahora, las administraciones abogan por: (1) la restauración de las balsas mediante su cobertura y confinamiento, en el caso de Gobierno central y Junta de Andalucía; y (2), la retirada de los residuos en el caso del Ayuntamiento de Huelva, que acaba de resolver incluso una licitación para la redacción de un proyecto al respecto.

Fuente: http://www.huelvainformacion.es