La cumbre del clima de Bonn (COP23) ha concluido esta madrugada con un balance muy pobre, sin apenas progresos, y con el único consuelo de que la comunidad internacional sigue unida en la lucha contra el calentamiento global pese a la deserción de la Administración estadounidense.

Las casi 200 delegaciones presentes en la antigua capital alemana no han logrado ni siquiera concluir las «reglas» o mecanismos técnicos que permitirán implementar o poner en marcha el acuerdo suscrito hace dos años en París. No fue una reunión de pobres resultados, sino pobrísimos. Ahora el peso recae sobre la próxima cumbre, que curiosamente se celebrará en la ciudad polaca de Katowice, en el epicentro de una potente cuenca carbonífera.

«La acción a nivel nacional está muy lejos de lo que se necesita -sintetizó Manuel Pulgar-Vidal, de la asociación WWF-. La paradoja entre lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer es clara». En el mismo sentido se pronunció Wolfgang Jamann, de CARE International: «Los acuerdos políticos no abordaron suficientemente la dura realidad climática a la que ya se enfrentan millones de personas».

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«Nunca había visto una COP con una tasa de adrenalina tan baja», agregó un diplomático europeo en declaraciones a la agencia France Presse. Y también muy sintomático fue el comunicado emitido por la delegación española: «En Bonn se ha continuado trabajando para construir el Acuerdo de Paris y no habido retroceso en ninguno de los temas tratados».

Vista la inacción gubernamental, una de las principales esperanzas son actualmente las 7.500 ciudades y entidades de todo tipo, así como centenares de empresas, que se han propuesto a título personal avanzar hacia una sociedad baja o nula en carbono.

Los dos grandes escollos

Los principales escollos en las negociaciones celebradas en Bonn, que deberán cerrarse el año que viene en Polonia, atañían a dos asuntos clave. El primero, conocido como Diálogo de Talanoa, es la revisión de los compromisos de reducción emisiones de CO2 que se anunciaron en París, es decir, qué criterios se aplicarán para que los países ofrezcan propuestas más ambiciosas con vistas al 2020, cuando se pondrá en marcha el nuevo tratado, puesto que las que se encuentran ahora sobre la mesa no garantizan la estabilización de las temperaturas globales, sino que la impulsan más de tres grados por encima de los valores preindustriales. En Katowice, con nuevos datos del IPCC, el grupo de expertos de la ONU, se realizará una evaluación colectiva de cómo están evolucionando el calentamiento global y las emisiones de CO2 y otros gases antrópicos de efecto invernadero.

El segundo escollo ha sido nuevamente la financiación que los países industrializados destinarán para que los países en desarrollo puedan adaptarse al calentamiento global, ahora con el agravante de la ausencia de EEUU, lo que podría obligar a las restantes potencias a aumentar su contribución (la Administración Trump ya ha anunciado que no abonará su participación en el llamado Fondo Verde de la ONU). En la COP15 de Copenhague (2009) se acordó que los países industrializados aportarían 100.000 millones de dólares anuales a partir del año 2020, pero los detalles de la implementación no se han desarrollado.

En Bonn, los países más desfavorecidos exigían a los más industrializados que reportasen con dos años de antelación cuánto dinero iban a aportar y en qué plazos, con el objetivo de que pudieran saber con qué fondos contaban. Fuentes de la delegación europea aseguraron a la agencia Efe que con los márgenes presupuestarios que manejan los países no es factible decir, aquí y ahora -como les estaban exigiendo- cuánto dinero van a aportar en un horizonte de diez años, si bien no ha sido la UE quien se ha opuesto a avanzar en este exhaustivo reporte, sino Estados Unidos, Australia y Japón.

Desconfianza general

Aunque la salida de EEUU del Acuerdo de París no se materializará hasta el año 2020, el hecho de que sea uno de los grandes donantes ha creado un clima de desconfianza general en los países en desarrollo que, de manera casi unánime, han presionado al resto de países ricos que permanecen comprometidos para que les aseguren la financiación. Entre otros avances, la COP23 se cierra con un Plan de Acción de Género en materia climática y con una plataforma que permitirá a las comunidades indígenas -370 millones de personas- tener voz en las negociaciones.

«No hablamos de futuro. Los países más pobres del mundo ya están luchando por sus vidas contra los desastres intensificados por el cambio climático»

«Este año los huracanes devastaron el Caribe, las inundaciones destruyeron miles de hogares y escuelas en el sur de Asia y la sequía trajo devastación a millones en el este de África -concluyó Tracy Carty, jefa de la delegación de Oxfam en la COP23-. Ya no estamos hablando del futuro. Los países y comunidades más pobres del mundo ya están luchando por sus vidas contra los desastres intensificados por el cambio climático».

Por su parte, Jens Mattias Clausen, jefe de la delegación de Greenpeace, añadió: «Hablar no es suficiente. Nos falta la acción. Llamamos a Francia, Alemania, China y otros a intensificar y mostrar el liderazgo que dicen tener en juego. Aferrarse al carbón o la energía nuclear y desfilar como campeones del clima mientras no se puede acelerar la transición de energía limpia no es más que mala fe».

Fuente: http://www.elperiodico.com