Las concentraciones actuales de bifenilo ploriclorado (PCB), un compuesto químico formado por cloro, carbón e hidrógeno, amenazan con extinguir las orcas, según un estudio publicado en la revista especializada Science.

A pesar de que las primeras iniciativas para prohibir el uso de PCB comenzaron hace varias décadas, los niveles actuales de este compuesto químico en los océanos pueden conducir a la desaparición de la mitad de las poblaciones mundiales de orcas en un período de entre 30 y 50 años.

Orcas

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Las orcas (Orcinus orca), que forman el último eslabón de una cadena alimentaria marina extensa, se encuentran entre los mamíferos con el mayor nivel de PCB en sus tejidos.

Los investigadores hallaron valores tan altos como 1.300 miligramos por kilogramo en el tejido graso de este mamífero acuático.

A modo de comparación, una gran cantidad de estudios demuestran que los animales con niveles de PCB de unos 50 miligramos por kilo de tejido pueden mostrar signos de infertilidad e impactos graves en el sistema inmunitario.

Investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) han documentado que el número de orcas está disminuyendo rápidamente en 10 de las 19 poblaciones mundiales, y que la especie «puede desaparecer por completo de varias áreas dentro de unas pocas décadas».

Las orcas están particularmente amenazadas en zonas muy contaminadas, como las cercanas a Brasil, el estrecho de Gibraltar y en el Reino Unido.

La dieta de estos mamíferos incluye, entre otros alimentos, focas y peces grandes como el atún y los tiburones, unos animales que acumulan PCB y otros contaminantes importantes.

Son estas poblaciones de orcas las que tienen las concentraciones más altas de PCB y las que corren el mayor riesgo de colapso poblacional.

En cambio, las que se alimentan principalmente de peces de pequeño tamaño, como el arenque y la caballa, tienen un contenido significativamente menor de PCB y, por lo tanto, tienen un minúsculo riesgo de efectos.

El compuesto PCB fue prohibido en varios países durante las décadas de 70 y los 80, y en 2004, a través de la Convención de Estocolmo, con la que 90 Estados se comprometieron a eliminar su uso.

Fuente: La Razón