A pesar de que la función principal de las depuradoras de agua es limpiar las aguas contaminadas derivadas de la actividad humana, “los efluentes se convierten en fuente de muchos contaminantes en los ríos”, explica Ibon Aristi, investigador del departamento de Biología Vegetal y Ecología de la UPV/EHU. Ha estudiado el impacto de uno de esos efluentes en el río Segre mediante la observación de la comunidad fluvial, es decir, el análisis de su respuesta ante los contaminantes de los efluentes.

Los compuestos de los efluentes de las depuradoras podrían dividirse en dos grupos, en relación con su influencia en el ecosistema fluvial: los que impulsan la actividad de los organismos, y los que la perjudican o inhiben. El primer grupo lo forman la materia orgánica y los nutrientes, los denominados asimilables.

En su presencia, los organismos fluviales ven incrementada su actividad, ya que favorecen su crecimiento. “A partir de un punto, o concentración, sin embargo, pueden ser tóxicos. Una de las funciones de las depuradoras es, precisamente, llevar la concentración de esos compuestos a niveles aceptables”, comenta Aristi.

Los elementos del otro grupo, sin embargo, son contaminantes tóxicos, aquellos que perjudican de una manera u otra a los organismos fluviales. En la investigación se centraron en los fármacos disueltos en el agua.

“Los consideramos indicadores de todos los contaminantes tóxicos, pero hay que entender que junto con los fármacos hay diversidad de compuestos tóxicos, y que es el conjunto de ellos el que perjudica, como los metales pesados, pesticidas y componentes de jabones. Ninguno de ellos es retirado en las depuradoras, pues no están preparadas para ello”, aclara el investigador.

Consecuencias de la falta de eficiencia

Según han podido observar, los contaminantes de un tipo y de otro afectan a diferentes organismos de los ríos. La influencia de los compuestos asimilables la han percibido principalmente en la respiración, es decir en el procesamiento de la materia orgánica.

Así lo explica Aristi: “Cuando aumenta la concentración de los asimilables, también aumenta la respiración. La respiración es mucho mayor en el punto de unión del efluente de la depuradora que el que se mide en los tramos anteriores, y al ir río abajo, la concentración de asimilables va disminuyendo, y con ella, la respiración”.

El investigador Ibon Aristi en el río Segre. / Ibon Aristi http://images.sciencedaily.com/

Por otro lado, los contaminantes tóxicos afectan en mayor medida a los organismos fotosintéticos. Según Aristi, “como consecuencia de los contaminantes tóxicos, el nivel de producción de estos seres es menor de la que debería haber en un punto concreto. La producción suele depender del nivel de luz, ya que es imprescindible para realizar la fotosíntesis. Al mezclarse con las aguas de depuradora, en cambio, no hemos medido niveles de producción acordes a la cantidad de luz existente. Hemos visto, además, que estos organismos tenían activado un mecanismo para protegerse del estrés que les producen los tóxicos”.

Aristi opina que la investigación ha puesto de manifiesto que “las depuradoras no son totalmente eficientes, y es algo que se debería cuidar, si queremos mantener saludable la actividad de los ríos”.

Como conclusión, Aristi ha realizado una reflexión: “Habría que ver qué es más conveniente, si la situación actual, con muchas depuradoras pequeñas, que dejan su impacto en numerosos tramos de río, o perjudicar menos tramos mediante la construcción de menos pero mayores depuradoras”.

Por otro lado, también existe la posibilidad de aumentar la eficiencia de las depuradoras, colocando filtros que recojan compuestos que en este momento no limpian, por ejemplo. “Pero en este tema ocurre lo de siempre: mientras la legislatura vigente no lo ordene, será difícil que las depuradoras los implanten, dado su alto coste”, comenta.

Fuente: SINC