Una parte de las estrategias de gestión que se aplican en España en relación a los impactos de la energía eólica sobre la biodiversidad no se basan en conocimientos consolidados, sino que se implementan más por la inercia que generan informaciones divulgativas o el boca a boca que por los postulados científicos que las respaldan. Esto supone interpretar las soluciones de gestión bajo premisas erróneas o aplicarlas a contextos no adecuados; lo que en última instancia resulta en gastos adicionales que no suelen aportar soluciones funcionales o cuya eficacia no es evaluable.

Uno de los ejemplos más evidentes de los últimos tiempos es el pintado en negro de las palas de los aerogeneradores. Una medida asumida por muchos profesionales ambientales como un remedio de eficacia generalizada, y por tanto como plenamente válida para la de reducción de impactos en cualquier proyecto. Y eso que los propios autores de la investigación insisten en el texto de la publicación científica donde propusieron la idea, que, pese a los buenos resultados preliminares, se trataba de un estudio de caso y que las extrapolaciones directas no son posibles, pues hace falta más investigación en otros contextos y con otras especies. Como tampoco ha sido suficiente que el Renewable Energy Wildlife Institute (REWI), una organización de reconocido prestigio que trabaja por la compatibilidad de las energías renovables y la conservación de los ecosistemas, sacara un análisis detallado en acceso abierto expresándose en términos similares.

Pero la idea suena tan bien y parece tan fácil que pocos han optado por pararse a analizarla con calma. Hemos asumido, con más deseos que certezas, el discurso romántico e idealizado de nuestro amigo que sale mucho al campo y sabe un montón de pájaros, y que había oído que esta era una nueva solución con resultados espectaculares. Y en esas estamos. Así, se hace imprescindible en aras de la mejor gestión de los impactos y de la optimización de los recursos, que antes de extender su aplicación como medida de mitigación, se amplíen las investigaciones, incorporando nuevas variables, diseños experimentales y contextos ecológicos, para disponer de un volumen mayor de datos que definan mejor su efectividad. O como poco, que se ejecución esté enmarcada dentro de un estudio de validación bien estructurado y diseñado, que permita su comparación futura y aporte resultados útiles.

Os dejo el análisis que sobre este asunto realizó el REWI en su momento, y que a mi entender es un documento fundamental para comprender el alcance de esta medida y sus posibilidades de aplicación real.

Aerogenerador con la pala pintada de negro en el parque eólico de Smøla (Noruega), lugar donde se realizó el experimento de eficacia de esta medida de gestión de impactos. Fuente: May et al. 2020. Ecology and Evolution 10: 8927-8935

 

Jon Domínguez imparte el curso online Evaluación y Seguimiento del Impacto de los Parques Eólicos sobre la Fauna en el Instituto Superior del Medio Ambiente, en el que se abordan las metodologías más aceptadas para el segui.