Actualmente, el cambio global ha movido a la población a cuestionarse cada vez más el papel del ser humano en el equilibrio del entorno. La sostenibilidad se describe como un conjunto de sistemas biológicos que se mantienen diversos y productivos al paso del tiempo. A nivel de paisaje reside en el mantenimiento de los procesos territoriales junto con los procesos ecológicos que lo sustentan dentro sus rangos naturales de variabilidad. Seria, por ejemplo, el diseño de un sistema de áreas naturales lo suficientemente grandes y numerosas y con muchos corredores y conexiones entre ellas, para favorecer la biodiversidad paisajística y así mantener el paisaje con todo su ecosistema funcionando saludablemente. Lamentablemente, la planificación territorial y urbana regula el suelo desde una perspectiva antropocéntrica, donde las áreas naturales son el resultado de aquellas zonas que sea ocupar, quedando relegadas a una condición de intersticios metropolitanos o espacios residuales, altamente insularizados y con un escaso valor como sistema (Riffo y Nüñez, 2004).

Hoy en día la ecología de paisaje, puede facilitar el tránsito hacia una perspectiva más amplia del territorio, que permita proporcionar un fundamento científico en la toma decisiones de planeamiento racionales en favor de la gestión del paisaje (Burely Baudry, 2002). Los principios de la ecología del paisaje pueden aplicarse a cualquier territorio, su interés reside en el estudio de las interacciones entre los aspectos temporales y espaciales que componen el paisaje y las relaciones con aspectos culturales, estéticos y afectivos de las personas con el paisaje.

De una forma simplificada, el paisaje se estructura y configura en tres elementos básicos: matriz, parches y corredores (Burely Baudry, 2002). La matriz de un paisaje es el tejido que conecta la tierra con el fondo, dentro del cual encajan todos los elementos del paisaje, incluyendo parches, bordes y corredores. Los parches son áreas de usos relativamente homogéneas internamente con respecto a la estructura y a la edad vegetativa. Los corredores son elementos que conectan parches similares a través de matrices disimilares o agregados de parches. Los corredores son generalmente longitudinales, adoptando la forma de franjas angostas, alargadas de forma irregular, cuya vegetación cumple un papel de protección o de comunicación, uniendo o separando elementos en una matriz geográfica.

La agrupación de estos elementos determina la dominancia y heterogeneidad de cada paisaje con las propiedades características pertenecientes a cada uno de estos. Juntos proveen y determinan las funciones del paisaje que comprenden un ecosistema que funciona efectivamente. Además, este modelo matriz-mancha-corredor controla fuertemente todos los movimientos, flujos y cambios de los sistemas naturales y de la población.

Una propiedad relevante del paisaje es la conectividad, por su papel en la capacidad de movilidad que tiene en la fauna y otras especies dentro territorio para compensar los efectos de la fragmentación. Pero también, para aumentar la calidad del paisaje; prevenir la erosión, evitar la escorrentía, mejorar la calidad del agua; favorecer la colonización de nuevas zonas por algunas especies en facilitando su restauración; ayudar a las especies a acceder a hábitats que, de lo contrario, serían hostiles y función recreativa para las personas.

Corredor Verde del Guadiamar http://www.juntadeandalucia.es/

Corredor Verde del Guadiamar http://www.juntadeandalucia.es/

El concepto de conectividad del paisaje se percibe de forma práctica, como instrumento de gestión del paisaje, en los denominados corredores verdes. Estos fomentan la importancia de un desarrollo continuo de los espacios que se materializa a través del diseño de un sistema de grupos de zonas verdes de superficie extensa y la intercomunicación entre todos ellos. La estructura debería constituirse, básicamente en forma tangencial y radial, y su efectividad viene determinada, en gran medida, por las posibilidades de intercambio entre las zonas verdes, y también depende del ancho que sea, cuanto borde existe y de si hay o no interrupciones a lo largo del mismo.

Las posibilidades de conexión, hay que pensarse en un sentido amplio; si bien avenidas, calles y vías de ferrocarril tienen un efecto barrera en la conectividad del paisaje; si son arbolados pueden cumplir un importante rol en la expansión y la movilidad de plantas y animales. Pero también es preciso considerar el rol excepcional de corredor que cumplen los ríos y sus riberas.

En España, el desarrollo de corredores verdes ha permitido la recuperación y puesta en uso del patrimonio cultural, natural y social que constituye la red de vías pecuarias, como también las líneas de ferrocarril abandonadas. Por ejemplo, en Andalucía el corredor verde más representativo se encuentra en Guadiamar, que tras la catástrofe minera se ha convertido en un corredor de especies y sistemas ecológicos entre Doñana y Sierra Morena, así como un espacio para el uso y disfrute de los ciudadanos.

Los corredores verdes aparecen como un breve ejemplo hacia un pensamiento regional de gestión del territorio que pretende ir hacia un paisaje sostenible, donde los conceptos y herramientas de la ecología del paisaje se presentan útiles y racionales por su base científica. En definitiva, un sistema coherente de planificación del territorio, con la configuración del paisaje, genera no sólo la recuperación y el mantenimiento del paisaje sino también conserva las tramas ecológicas que mantienen las funciones múltiples de los ecosistemas del territorio y, de esta manera asegura un flujo sostenible, rico y variado, de bienes y servicios a la sociedad. Por tanto, una gestión sostenible del paisaje debe estar basada en un conocimiento de los problemas, realidades, características y un desarrollo o enfoque técnico de las soluciones posibles.

Bibliografía:

  • Burel, F. y Baudry, J. 2002. Ecología del paisaje: conceptos, métodos y aplicaciones. Madrid: Mundi Prensa. 256 pp.
  • Riffo, R. y Nüñez, M . 2004. De la expansión urbana a la protección natural: un nuevo paradigma, Revista Urbano, 7(9):32-36.

Gonzalo de la Fuente colabora con el Instituto Superior del Medio Ambiente como docente de los cursos: Turismo y desarrollo sostenible y Paisaje e intervención ambiental