El paisaje, sus condiciones ambientales, escénicas y actividades productivas, constituyen el atractivo de muchos destinos. Pero, lamentablemente la actividad turística en algunos destinos transforma el paisaje, generan impactos negativos y consume importantes cantidades de recursos. La Organización Mundial del Turismo (OMT) urge en la necesidad de adoptar medidas políticas en favor de un turismo más sostenible, que incorpore los principios ambientales, socio-culturales y económicos. Actuar a favor de un turismo más sostenible implica moverse en el escenario actual, en que el planeta está sumido en un proceso de cambio global, producto de nuestro estilo de vida de desarrollo y consumo.

Uno de los efectos más complejos a los que nos enfrentamos debido al cambio global, es a las incertidumbres del cambio climático. Un informe del Panel Internacional de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPPC) sostiene que “…el calentamiento climático es una realidad que no deja dudas …”. De acuerdo con los reportes del IPCC la temperatura media mundial está aumentando a un ritmo alarmante. Tan sólo en los últimos 50 años las temperaturas en el Hemisferio Norte fueron las más altas que se registraran en los últimos 500 años, tal vez incluso, las más altas en los últimos 1.300 años.

A escala paisaje, las consecuencias del cambio global y del clima son, principalmente: degradación de hábitats, pérdida de biodiversidad, homogenización y fragmentación del paisaje, desertificación, retroceso y desaparición de glaciares, banalización del paisaje, pérdida de identidad cultural y local, etc.

¿Cómo abordar este cambio?

A través de un cambio de enfoque que permita la adaptación del paisaje a los nuevos cambios y que garantice que en los destinos turísticos no se degraden los servicios y bienes ambientales que son fuente de atracción para los visitantes. Tradicionalmente, los problemas ambientales se abordan de forma sectorial, a una escala espacio-temporal corta, la relación entre las partes no se considera fundamental para comprender el sistema y la gestión sólo busca, en los mejor de los casos,  maximizar la eficiencia en el uso de recursos naturales de forma continuada sin sobrepasar su capacidad de carga.

El enfoque de la gestión adaptativa es según varios autores (Holling, 2001; González et al.,2008), una de las opciones más válidas para abordar este cambio; ya que se aprende a planificar en la incertidumbre, asumiendo el cambio como algo inherente al sistema y orientando la gestión a mantener o incrementar la capacidad adaptativa del sistema.

Los ecosistemas y el paisaje tienen una capacidad inherente para soportar perturbaciones sin perder su estructura, funcionalidad y capacidad de auto-organización, llamada resiliencia. La estrategia es aumentar la capacidad de resiliencia del sistema frente a los cambios por medio de una gestión basada en el diseño, la gestión y el seguimiento del paisaje, evaluando sistemáticamente y de forma controlada hipótesis de trabajo, con el fin de realizar adaptaciones y mejorar la gestión a largo plazo.

Este enfoque tiene en cuenta todos los componentes de los ecosistemas incluidos los humanos y sus interacciones complejas así como la conectividad entre ecosistemas. En vez de intentar controlar los recursos para maximizar una producción estable o una ganancia económica a corto plazo, se asume un contexto de incertidumbre y complejidad, buscando alcanzar una provisión sostenible de servicios en el largo plazo.

Construir resiliencia implica buscar “seguridad” para mantener el flujo de servicios y adaptarse a los shocks inesperados del sistema, alimentando su propia capacidad de aprendizaje y adaptación.Exige un programa de seguimiento y flexibilidad para corregir, cuando se reconocen, los errores. Son más relevantes los impactos indirectos que los directos y la gestión se adapta a la fase en la que se encuentra el sistema. La gestión se centra en adoptar medidas que preparan al paisaje para que sea capaz de soportar perturbaciones y reorganizarse después de una fase de cambio.

Aplicación en las Islas Galápagos

El trabajo de González y otros (2008), muestran como en las islas Galápagos, uno de los lugares mejor conservados del planeta: «Los problemas ambientales se resisten a ser resueltos». A pesar que Galápagos conserva todavía hoy la mayor parte de su biodiversidad original,y sus procesos ecológicos y evolutivos se mantienen casi intactos (casi el 97% de su superficie terrestre se encuentre protegida como Parque Nacional), existen claras evidencias de que un rápido proceso de degradación ambiental está teniendo lugar, poniendo en peligro la conservación a largo plazo de la biodiversidad y de los ecosistemas únicos del archipiélago. Hasta ahora enfoques sectoriales han sido empleados para identificar las causas, pero éstos no abordan los problemas en toda su complejidad.

Islas Galápagos. Imagen: http://www.skyscraperlife.com/

Para analizar la situación, se revisaron los cambios ocurridos en el pasado y del presente, así como los posibles escenarios futuros del archipiélago, entendido como un sistema socio ecológico complejo, usando el concepto de resiliencia, para comprender el funcionamiento y dinámica del archipiélago.

Los resultados mostraron que el actual modelo de turismo es el principal motor de cambios – negativos – ya que reduce rápidamente su resiliencia a través de sus efectos indirectos en la economía local, el crecimiento poblacional, el consumo de recursos y el incremento en la llegada de especies exóticas invasoras, siendo esto último la principal amenaza para la biodiversidad nativa.

Fuente: ¿Galápagos como patrimonio en peligro? (González, 2014)

Por ejemplo, la figura muestra la alta correlación entre el incremento de población, el número de turistas y de especies exóticas invasoras.

Una de las conclusiones del estudio, apunta a que es necesario adoptar decisiones orientadas a modificar las malas prácticas de gestión tradicional hacia un enfoque basado en la gestión adaptativa, promover la creación de redes institucionales y la participación de la población local en los procesos de planificación y toma de decisiones, impulsando un proceso de ordenamiento territorial integrador que incorpore las zonas pobladas, y que ayude a romper la tan arraigada dicotomía entre conservación y desarrollo que impera actualmente en Galápagos.

Conclusiones

Comprender que el paisaje es dinámico, diverso, multiescalar y no sigue una trayectoria lineal, es el primero paso para que el concepto de resiliencia, comience a ser considerado como instrumento de gestión del paisaje; y de aplicación al campo del turismo, generando un nuevo modelo de sostenibilidad basado en la adaptación al cambio.

Gonzalo de la Fuente colabora con el Instituto Superior del Medio Ambiente como docente de los cursos: Turismo y desarrollo sostenible y Paisaje e intervención ambiental

BIBLIOGRAFÍA