Definiciones según el Diccionario de la Real Academia Española

Timo: Acción y efecto de timar

Timar: Engañar a alguien con promesas o esperanzas

Recuerdo hace algo más de 20 años cuando comenzó el empleo del concepto “sostenibilidad”, surgido como derivada de la expresión “desarrollo sostenible” o “desarrollo sustentable”. La cual, por cierto, es una adaptación amigable hacia la sociedad del término económico “crecimiento sostenido”, para integrar en él la variable ambiental.

Me interesa mucho el término sostenible, un concepto que fue polémico en su nacimiento, aunque no se le dio bombo mediático a esta circunstancia. Ya se nos ha olvidado con el paso del tiempo a los más viejos del lugar… y no digamos a los más jóvenes, que ni siquiera vivieron ese debate y por ello ya tienen integrado en su mente el concepto como 100% positivo.

En su momento se acusó a la palabra sostenible de ser una desactivación de los movimientos ecologistas y sociales, puesto que era la vía para hacer viable a ultranza el progreso con la conservación del medio ambiente.

Comparto esta teoría: hace años, los proyectos y sus impactos eran compatibles o incompatibles con la conservación del medio y de sus factores. No hay más que recordar la terminología de la Evaluación de Impacto Ambiental, que clasifica los impactos en compatibles, moderados, severos o críticos. Esto conllevaba que, por contraposición, existiese el término incompatible. Por conclusión, un plan o proyecto tenía que ser al final compatible o incompatible tras su análisis por la sociedad y la administración, por lo que existía una posibilidad de rechazar técnica, intelectual o moralmente los proyectos incompatibles con el medio ambiente.

Sin embargo, con el paso del tiempo, los planes, proyectos han pasado a clasificarse como sostenibles, lo cual de entrada suena bien, pero ¿hemos pensado qué oculta esta circunstancia? Es sencillo: por analogía con lo anterior, por contraposición, un plan o proyecto debería poder ser «insostenible«, «no sostenible«, «poco sostenible» o el término que conviniese para ello. Y ahí es donde viene el problema: ninguno de esos términos se conoce, ni utiliza… Y por lo tanto «no existe» socialmente, ni tiene arraigo en nuestras mentes.

En cambio, el apellido sostenible se ha corrompido y sirve para todo, pues todo se puede «sostenibilizar«… Véase como ejemplos de ello el crecimiento económico y poblacional ilimitado y eterno (calificado como sostenible), vehículo sostenible, central nuclear sostenible, estación de esquí en zona osera sostenible, minería sostenible, pesca sostenible, y un sinfín de posibilidades como la imbecilidad de apellidar a un concierto como sostenible porque se celebra en un espacio natural.

En definitiva: resulta que todo es -o si no lo es, puede hacerse que lo sea- «sostenible», lo que ha conllevado una perversión del concepto. Es el apellido mágico que convierte en socialmente aceptable, y por lo tanto autorizable cualquier plan o proyecto. Y lo que es más grave, en vez de ser un sello de calidad que añade la Administración o la Sociedad, se lo atribuye el promotor directamente antes de que nadie evalúe su iniciativa, viciando así su significado.

Y volviendo a la definición de timo: la sostenibilidad era la gran esperanza. ¿Seguirá siéndolo cual eterna promesa? Si para creer en el cielo se inculca el concepto de infierno, si para creer en la materia hemos buscado la antimateria… creeré en la utilidad de la sostenibilidad cuando exista la insostenibilidad.

Mauricio Bermejo colabora con el Instituto Superior del Medio Ambiente como docente en los cursos Consultoría Ambiental: Organización y Gestión de ActividadesDirección Ambiental de Obra