La adecuada gestión de los residuos es un tema que en los últimos meses ha dado mucho de sí. El proceso de aprobación de la Ley  21/2011, en julio del año pasado, trajo consigo multitud de debates los meses previos y posteriores a dicha aprobación. Desde todos los sectores se habló de las modificaciones introducidas y de las mejoras o dificultades que iba a acarrear este nuevo texto legal, pero casi un año después de aquello, a nivel usuario y en lo que a los residuos domésticos se refiere,  no se percibe ningún cambio.

Si bien es cierto que la Asociación Retorna está haciendo un enorme esfuerzo para que su iniciativa de promover la reutilización y reducir al máximo la generación de residuos tenga éxito, el cambio normativo a día de hoy no parece que haya alterado la gestión de los residuos que todos seguimos realizando en nuestras casas. Continuamos separando la fracción resto de los residuos de envases.

Imagen del sistema SIG convencional y del SDDR.

Por otro lado, los informes que Ecoembes presenta con periodicidad siempre indican que la gestión actual alcanza los mínimos exigidos por la Comunidad Europea. No obstante, son estadísticas  no exentas de críticas por los datos utilizados y por las interpretaciones de los resultados que generan, cuanto menos, desconfianza.

Mi  reflexión en este sentido, centrándome en los residuos domésticos, es que muy pocos de los actores que intervinieron en la redacción de la nueva ley y de los que forman parte del escenario actual en materia de gestión de residuos se preocupan realmente por encontrar la mejor solución al problema, sobre todo en lo que a residuos de envases se refiere.

Puede que lo que planteo a continuación sea más complejo de lo que en un principio parece, pero desde mi particular punto de vista lo más recomendable sería tratar de extraer lo positivo de cada uno de los sistemas: SIG y SDDR y que ambas entidades trabajasen “en equipo” y  colaborasen de cara a favorecer la más adecuada gestión de los residuos.  Los dos sistemas se complementan, las deficiencias de uno se suplen con las bondades del otro y viceversa, por lo que la combinación de ambos resultaría idónea para el buen funcionamiento del sector de gestión de residuos.


Las dificultades y reticencias que encontramos para que esta colaboración que acabo de sugerir sea una realidad, me hace pensar que en materia de residuos no se está luchando por un bien común, la mejora y conservación del Medio Ambiente mediante una correcta gestión de los mismos, sino que priman los intereses particulares de cada organización o entidad afectada.

Sin embargo, aún hay lugar para las buenas iniciativas en materia de gestión de residuos que no tienen porqué estar reñidas con la búsqueda de un beneficio además de ambiental, social o económico. Por mencionar un ejemplo, voy a citar el caso de Terracycle, que a principios de año iniciaba su andadura en nuestro país y que tiene como objetivo la creación de sistemas nacionales de reciclaje para los materiales que hasta el momento no son reciclables. Nosotros en el ISM ya nos hemos unido a la iniciativa “brigada de instrumentos de escritura”,  una estupenda manera de aprovechar las posibilidades de un residuo que de otra manera iría a vertedero, ¿no os parece?

María Álvarez es docente del curso Nuevo Marco de Gestión de Residuos que imparte el Instituto Superior del Medio Ambiente.