No es mi intención desalentar la protesta o invitar a aceptarla con resignación pero, como toda mala lectura, la reforma laboral también tiene alguna página buena. Desaparece la esperanza de un empleo estable y aumenta la incertidumbre ante un despido más flexible y barato. Ya no son las leyes las que garantizan al trabajador un salario y una carrera profesional. Corresponde al empresario comprometerse con sus empleados y fidelizarlos.

La misma reforma laboral que acaba con derechos conquistados después de siglos de civilización plantea un nuevo escenario para todas las partes. Habría sido más justo repartir las cartas antes de cambiar las reglas del juego, pero a estas alturas de la partida hay que seguir moviéndose para no quedar atrás.

Fotografía: Alvizlo www.productordesostenibilidad.es

Venimos de un tiempo donde la productividad o los resultados importaban bastante poco. Grandes maestros, como el imputado Jaume Matas, nos han enseñado que basta una posición desde la que mover dinero para quedarse con una parte. Entre las enseñanzas que debemos a estos ilustres y honorables personajes queda una importante: en un país donde la mitad de la población se levanta para engañar a la otra mitad, el objetivo de muchas empresas no es la productividad.

Pero alguien tiene que hacer el trabajo. Y alguien tiene que organizarlo. La actividad subsidiada de alguna manera por padrinos benefactores que sacaban dinero, en contra del interés general, de sus posiciones privilegiadas se acaba. Y los gestores que no son capaces de reconocer las claves del modelo de negocio en el que participan son un peligro.

Técnicos, administrativos, comerciales… nos habíamos acostumbrado a aguantar lo que hiciese falta, mirando a otro lado si era necesario, a cambio de unas mínimas garantías que nos permitiesen vivir dignamente. Si eso se acaba, no queda otra que salir corriendo y buscar refugio donde te paguen y te lo reconozcan. Sí, donde te paguen a ti y sepan el papel que tú juegas para la organización. Quedarte agarrado a la silla por miedo a un futuro incierto no va a impedir que te alcance el mañana que espera a la vuelta de la esquina.