El aprendizaje en el ser humano es algo intrínseco en nosotros desde que abrimos los ojos al mundo. Todos hemos aprendido a hablar correctamente, a atarnos los zapatos, a leer, a hacer la cama…   hábitos sencillos y cotidianos que ninguno de nosotros recuerda cuándo y cómo aprendió exactamente pero que ya forman parte de nuestra personalidad. ¿Por qué debería ser distinto de otros hábitos como separar los residuos, cerrar un grifo o respetar el entorno cuando salimos al campo?

Si alguno de los que está leyendo estas líneas ha trabajado como educador ambiental  coincidirá conmigo en que, aunque gratificante, es un trabajo agotador y a veces poco valorado. Muchas veces el educador ambiental es considerado el estudiante que para sacarse un dinero extra entretiene a los niños con juegos y canciones sobre animales.

Y es cierto que muchos pueden comenzar así sus primeros pinitos laborales, pero  también es verdad que muchas personas eligen este campo profesional porque creen firmemente en la labor del Educador Ambiental como una parte más de la Educación y también del Medio Ambiente.  A través de estas líneas quiero hacer un pequeño homenaje a todos los compañeros que trabajan en Educación Ambiental en asociaciones, ayuntamientos, empresas privadas, centros escolares, centros de interpretación y también a los que lo hacen de forma «aficionada» intentando inculcar buenos hábitos ambientales en los que tienen a su alrededor.

Educacion ambiental

Taller de Biodiversidad organizado por la Concejalía de Medio Ambiente en el Parque de los Cerros (Alcalá de Henares). Verano de 2010

El perfil del Educador Ambiental es un poco todoterreno, como suele ocurrir con todo lo “ambiental”: uno debe ser sociable, imaginativo, paciente, creativo, un poco actor y también algo manitas.  Hay que saber explotar los recursos (muchas veces limitados) de los que dispones haciendo que un guante y dos cartulinas se transformen en una marioneta de cigüeña, o que llevar los prismáticos un rato en una excursión sea un símbolo de estatus.

Y así  a través de juegos, canciones, charlas, teatro, talleres, salidas al campo o experimentos científicos, se va sembrando poco a poco la semilla de la conciencia ambiental y las actitudes responsables tanto en niños como en adultos.

La importancia de llevar a cabo una labor educativa se puso por primera vez de manifiesto en la Cumbre de Estocolmo de 1972, desde entonces el concepto y la metodología en Educación Ambiental ha ido evolucionando junto con el propio concepto de Medio Ambiente y su percepción.

La Educación Ambiental  se define como el proceso de aprendizaje y concienciación sobre el hecho de que nuestros recursos no son infinitos y que todas nuestras acciones tienen una repercusión en el Medio que nos rodea. Por tanto, como todo proceso educativo es mejor si empieza desde la infancia, y todavía mejor si se ve reforzado en las actitudes de las personas que los niños tienen como modelo.

Hoy 26 de Enero se celebra el día de la Educación Ambiental de forma “no oficial” debido a una iniciativa de diferentes ONGs. Por iniciativa del grupo NatuRED se está reivindicando la importancia de esta disciplina y la necesidad de incorporarla  en el currículum escolar a través de la utilización  del hashtag #educacionambiental en Twitter.