La pandemia amenaza a comunidades totalmente dependientes del turismo, lo que podría derivar en un aumento de la caza ilegal.

Se espera que 500.000 ñus lleguen durante estos días a la reserva como cada año

Durante estos días, aproximadamente 500.000 ñus llegarán a las llanuras de la reserva Masai Mara, en la zona oeste de Kenia, como parte de su migración anual. Este increíble espectáculo – que solo es una parte del millón de animales que migra desde Tanzania cada mes de julio- atraería normalmente a miles de turistas. Pero este año no hay ninguno.

Jackson Loosevia, conservacionista y hostelero Masái declara que «desde el punto de vista de la naturaleza, es precioso. No hay vehículos, lo que supone descanso para los animales. Sin embargo, en términos de conservación, esto supone una crisis. No llegan ingresos y el futuro es poco prometedor».

«Estamos tremendamente preocupados por los cazadores», continúa. «Ya han colocado miles de trampas (para atrapar fauna silvestre). He tenido que liberar ñus con mis propias manos».

Que en la icónica reserva  Masái Mara- una de las más famosas y protegidas – teman este aumento de la caza, demuestra la crisis que enfrenta la conservación debido al Covid.

Como respuesta a esta crisis, el periódico inglés The Independent ha puesto en marcha la campaña «Stop the Illegal Wildlife Trade» (Detengamos el tráfico ilegal de fauna salvaje). Los fondos recaudados irán destinados a financiar proyectos de protección de la fauna, implementados por la organización Space for Giants.

El objetivo de esta campaña es frenar el tráfico ilegal internacional de animales salvajes

Cualquier tipo de caza es ilegal en Kenia, donde antes de la llegada del Covid, la condena por este tipo de crímenes era la más alta de toda África. Sin embargo, la pandemia amenaza con desolar a las comunidades dependientes del turismo, lo que podría derivar en un aumento de la caza furtiva.

Loosevia ha tenido que despedir a cuatro miembros de su equipo. Pero no ha sido el único, ya que otras organizaciones conservacionistas se han visto obligadas a hacer lo mismo, en medio de la incertidumbre financiera que podría extenderse también durante el 2021.

Brian Heath, CEO de The Mara Conservancy asegura que «miles de personas permanecerán desempleadas mientras dure este parón».  Añade que «está afectando, no solo a la conservación, sino a todos los trabajadores de la cadena de suministros, como a los productores de comida, al negocio floral, transporte y combustible».

Kenia en conjunto está sufriendo las consecuencias en la salud y la economía de la pandemia. Y pese a que los Masái evitan cazar con el fin de alimentarse, para algunos, este tipo de carne es ahora vital para sobrevivir.  Los comerciantes que surten a los carniceros de la ciudad mezclan carne obtenida de granjas con animales salvajes como una manera lucrativa de aumentar sus beneficios. Lo cual, si no se controla, corre el riesgo de atraer a  grupos del crimen organizado, alimentando el comercio ilegal de vida silvestre.

Un reportaje publicado este mes por Kenya Wildlife Service revelaba un aumento del 56% en la incautación de carne de animales salvajes en el país desde que comenzó la cuarentena.

Brigadier John Waweru, Director General afirmaba que «entre los meses de enero y mayo de 2019 incautamos 1,8 toneladas de este tipo de carne, mientras que en el mismo periodo de 2020, la cantidad ascendió a 2,8 toneladas».

Grupos de cazadores furtivos, tanto de Kenia como de Tanzania, tienen como objetivo zonas transfronterizas, incluida la reserva Masái Mara, con Nairobi como punto principal del consumo de carne de animales salvajes.

Dickson Kaelo, CEO de Kenya Wildlife Conservancies Association, asegura que «debido a las altas tasas de desempleo, el comercio de la carne de caza se ha disparado en algunas áreas».  «Recientemente incluso se han dado casos de caza de jirafas con propósitos comerciales».

Muchos conservacionistas de la zona se sienten confiados, ya que a lo largo de las últimas dos décadas, las patrullas han conseguido detener a, aproximadamente, 4500 cazadores ilegales y han retirado unas 50.000 trampas.

Sin embargo, otro inconveniente se suma a la lista. El terreno que rodea la reserva es un entramado de parcelas perteneciente a más de 2000 terratenientes diferentes. Por lo que si las organizaciones a cargo del ecoturismo, las que ahora utilizan las tierras para este fin, no son capaces de pagar su parte, existe un riesgo real de que dichos terratenientes busquen alternativas para conseguir ingresos.

Una de esas opciones podría ser colocar una valla alrededor del terreno y cultivar la tierra, lo que podría tener un impacto irreversible en la vida silvestre.

Algunos propietarios masái han aceptado una reducción del arrendamiento durante la pandemia. Pero muchos ya han advertido de que esta condición excepcional no puede alargarse demasiado tiempo.

Sin embargo, para Ninian Lowis, CEO del Safari Lowis and Leakey, esta es una oportunidad para pensar en cómo crear un mejor modelo de turismo para proteger la vida salvaje. Medidas que incluyan una limitación en el número de visitantes para reducir la presión sobre el medio, incrementando las tarifas, entre otras. «Los operadores turísticos se han estado llevando el dinero, sin  pagar su parte. Debe haber transparencia para que las personas puedan comprobar dónde va a parar su dinero. Es una oportunidad única para llevar a cabo un cambio del turismo masivo a uno más responsable».

La crisis del Covid-19 amenaza tanto a la comunidad como a la vida silvestre de la reserva. Todo el mundo espera que los niveles de desempleo se mantengan relativamente estables y que los turistas no tarden en volver. sin embargo, no sería una mala idea que volviesen de una manera diferente.

Si te ha interesado este tema, puedes hacer una donación en www.maratriangle.org para ayudar con la conservación de la reserva Masái Mara.

Fuente: The Independent