Un grupo de 33 investigadores concluye que el viento también puede transportar las diminutas partículas que están en el aire a lugares remotos como el Ártico. La investigación subraya la necesidad de disminuir drásticamente la producción de plástico a futuro.

Según estimaciones, para 2040 el nivel de contaminación por plástico podría alcanzar los 80 millones de toneladas  por año. Ahora se han detectado partículas de plástico en prácticamente todo el medio ambiente: en el agua, el suelo y el aire. A través de las corrientes oceánicas y los ríos, las diminutas partículas de plástico pueden llegar incluso a las profundidades del Ártico, la Antártida o el océano. Su conclusión: hasta 25 millones de toneladas de micro y nanoplásticos son transportados miles de kilómetros al año por el viento y otros factores meteorológicos.

Un nuevo estudio general ha demostrado ahora que el viento también puede transportar estas partículas a grandes distancias, y mucho más rápido que el agua: en la atmósfera, pueden viajar desde su punto de origen hasta los rincones más remotos del planeta en cuestión de días. Esto es lo que arguye en un informe publicado en la revista de divulgación científica Nature Reviews Earth and Environment un equipo internacional de investigadores. Entre los autores están incluidos expertos del Instituto Alfred Wegener, el Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad en Potsdam y el Centro GEOMAR Helmholtz para la Investigación Oceánica en Kiel. En el estudio se describe cómo el microplástico encuentra su camino en la atmósfera y cómo se transporta posteriormente.

Uno de los autores, Andrew Mayes, de la Facultad de Química de la UEA, desarrolló en 2018 una nueva forma de detectar microplásticos en el agua embotellada. Con respecto a a esta nueva investigación, Mayes explica: «los microplásticos llegan a la atmósfera a través de las actividades humanas. Las partículas producidas por los neumáticos y los frenos en el tráfico rodado, o por los gases de escape de los procesos industriales, se elevan a la atmósfera, donde son transportadas por los vientos».

La investigación, dirigida por la doctora Deonie Allen y el doctor Steve Allen de la Universidad de Strathclyde, involucró la recolección de muestras de microplásticos en el aire y el agua de mar. Así como en el hielo que se recolectó  durante una expedición al Ártico el año pasado a bordo del buque Polarstern. La estimación de los 33 investigadores que participaron en el proyecto es que hasta 25 millones de toneladas  de micro y nanoplásticos son transportados miles de kilómetros al año por la brisa del océano, la nieve, el rocío del mar y la niebla, cruzando países, continentes y océanos en el proceso.

¿Cómo llega el microplástico al océano y al hielo?

«El aire es un medio mucho más dinámico que el agua» ha dicho una de las coautoras la doctora Melanie Bergmann. «Como resultado, los microplásticos y los nanoplásticos pueden penetrar mucho más rápidamente en las regiones de nuestro planeta que son más remotas y que aún no han sido tocadas en gran medida».

Una vez allí, las partículas podrían afectar el clima de la superficie y la salud de los ecosistemas locales. Por ejemplo, cuando estas partículas más oscuras se depositan en la nieve y el hielo, afectan la retroalimentación del albedo del hielo, lo que reduce su capacidad para reflejar la luz solar y promueve el derretimiento. Del mismo modo, las manchas más oscuras de agua de mar absorben más energía solar, calentando aún más el océano. Y en la atmósfera, las partículas microplásticas pueden servir como núcleos de condensación del vapor de agua, produciendo efectos en la formación de nubes y, a largo plazo, en el clima.

Según el estudio, también hay evidencia que sugiere que una cantidad sustancial de estas partículas son transportadas por el medio ambiente marino. Los análisis iniciales indican que el microplástico de la zona costera también llega al océano a través de la arena erosionada de la playa. La combinación de rocío marino, viento y olas forma burbujas de aire en el agua que contiene microplásticos. Cuando las burbujas estallan, las partículas encuentran su camino hacia la atmósfera. Como tal, el transporte a regiones remotas e incluso polares podría deberse a la combinación de transporte atmosférico y marítimo.

En consecuencia, es importante comprender las interacciones entre la atmósfera y el océano para determinar qué tamaños de partículas se transportan y en qué cantidades. La atmósfera transporta predominantemente pequeñas partículas microplásticas, lo que la convierte en una ruta de transporte mucho más rápida que puede conducir a una amplia gama de ecosistemas. Como explica Bergmann: «Necesitamos integrar micro y nanoplásticos en nuestras mediciones de la contaminación del aire, idealmente a escala internacional como parte de redes globales».

Buscar soluciones

Comprender y caracterizar los ciclos de microplásticos entre el océano y la atmósfera requerirá esfuerzos conjuntos. Es por ellos que el equipo de investigadores ha descrito en su publicación una estrategia global para crear una base de datos uniforme e intercomparable sobre el flujo de micro y nanoplásticos entre los océano y atmósfera.

Dos grupos de trabajo dedicados del Grupo Conjunto de Expertos sobre los Aspectos Científicos de la Protección Ambiental Marina (GESAMP) prepararon el estudio. Según  otra de las coautoras del estudio y miembro del GESAMP, Sylvia Sander: «El estudio deja en claro que solo se puede lograr una comprensión integral del océano y de los efectos de las influencias humanas en él mediante la creación de redes de investigadores y sus datos. Los grandes desafíos de nuestro tiempo son a escala global. En consecuencia, tenemos que buscar respuestas a preguntas apremiantes con experiencia que sea lo más completa e internacional posible. Eso solo se puede hacer trabajando juntos». GESAMP es un conglomerado de once organizaciones pertenecientes a las Naciones Unidas. Su objetivo es llegar a una comprensión multidisciplinar y científica del medio marino. Hasta la fecha, la red ya ha colaborado con más de 500 expertos de países de todo el mundo en una variedad de cuestiones.

Los micro y nanoplásticos en el aire también son relevantes para la salud humana. En un estudio británico publicado recientemente, se detectaron microplásticos en los pulmones de 11 de 13 seres humanos vivos. «Esta es otra razón más por la que necesitamos integrar el plástico en los programas de monitoreo de la calidad del aire», enfatiza Bergmann. Para reducir la contaminación ambiental del plástico, la producción de plástico nuevo también tendría que reducirse sucesivamente sobre la base de un tratado internacional, como Bergmann y otros expertos pidieron recientemente en una carta a la revista Science.

Fuente: Ágora Diario