La mayoría de las preocupaciones que giran en torno a lo que supone la Ley 26/2007 de responsabilidad medioambiental para las empresas se centran en la obligación de contratar una garantía financiera y en cuál puede ser su importe.

Sin embargo, la Ley 26/2007 tiene otras implicaciones relevantes que con demasiada frecuencia pasan desapercibidas. Una de ellas es la incorporación de la valoración económica en el medio ambiente.

En España todavía es raro que las empresas incorporen la valoración económica de los daños (reales o potenciales) al medio ambiente, en su toma de decisiones. Y sin embargo es una iniciativa que se adopta cada vez con más seriedad en el mundo; y que cada vez influye con más fuerza en el mundo de los negocios y las inversiones financieras. Hay muchas señales de ello y los Grandes Inversores Institucionales toman cada vez más en cuenta en sus decisiones de inversión, el grado de respeto y protección del medio ambiente con que las empresas abordan su actividad diaria.

No es para menos. Las consecuencias del cambio climático, la escasez de agua, la contaminación del aire, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas amenazan los recursos naturales y con ello la capacidad de la economía para permitir un desarrollo sostenible y brindar prosperidad a la sociedad.

Es tal la importancia de tomar en consideración las consecuencias para el medio ambiente en la gestión de las empresas, que la United Nations Environment Programme Finance Initiative (UNEP FI) y la UN Global Compact han creado los Principios para una Inversión Responsable, Principles for Responsible Investment (PRI). Su objetivo es ayudar a los inversores a conseguir mercados sostenibles y mayores beneficios de sus inversiones a largo plazo, mediante un mejor análisis de la manera en que las empresas se enfrentan a las cuestiones ambientales, sociales y de gobierno. La Iniciativa ha tenido más de 870 firmantes de 45 países, que gestionan más de 25 trillones de dólares en inversiones.

En la misma línea de señalar la importancia de tener en cuenta las cuestiones ambientales a la hora de decidir inversiones, se ha publicado recientemente un informe titulado Universal ownership: why environmental externalities matter to institutional investors.

Este estudio es un primer intento de cuantificar, en términos monetarios, los daños causados al medio ambiente por las actividades empresariales; y las posibles consecuencias futuras para las inversiones y los beneficios de las empresas. Aporta algunos datos interesantes:

  • El daño ambiental global causado por la actividad humana en 2008 representa un valor monetario de 6,6 trillones de dólares, equivalente al 11% del PIB mundial *. Este coste es un 20% mayor que los 5,4 trillones de dólares que cayó el valor de los fondos de pensiones en los países desarrollados, como consecuencia de la crisis financiera global de 2007 y 2008.
  • Las 3.000 compañías más grandes del mundo por capitalización, que representan un porcentaje muy grande del mercado mundial de acciones, fueron responsables de un tercio de los costes ambientales en el año 2008, con un valor estimado de 2,15 trillones de dólares.
  • El valor monetario de los daños anuales al medio ambiente, como consecuencia de la contaminación de las aguas y el aire, las emisiones de GEI, la generación de residuos y la disminución de recursos naturales podría alcanzar los 28,6 trillones de dólares en 2050 (un 23% menos si se introdujeran tecnologías limpias y eficientes en el consumo de recursos)

Estas cuantificaciones probablemente están infravaloradas, pues: no toman en cuenta los países que no están en la OCDE, por falta de datos; y suponen una visión global, para la que han tenido que hacerse obligadas simplificaciones en los complejos procesos económicos y ambientales.

Vertido de petróleo de BP en el Golfo de México. Foto: Flickr Mooi

El estudio pone de manifiesto que a medida que los daños al medio ambiente crecen y disminuyen los recursos naturales, los gobiernos aplican con más fuerza el principio de que “quien contamina paga”. Y ello hace que el valor de los fondos de los Grandes Inversores se vea afectado por mayores primas de seguros, más impuestos y precios de las materias primas más elevados.

En el estudio se recomienda a los inversores que ejerzan sus derechos como accionistas, para: motivar a las empresas a reducir sus externalidades ambientales; y pedir a los gestores de inversiones  un seguimiento periódico y público de cómo evalúan la exposición de las inversiones a los riesgos ambientales.

Un número cada vez mayor de inversores incorpora datos ambientales, sociales y de buen gobierno de las empresas en su proceso de decisión. El informe ayuda a los inversores a medir los costes ambientales no evaluados de las actividades empresariales; para ello le asigna un valor a los recursos naturales de los que dependen las empresas, pero que rara vez aparecen en los balances y cuentas de resultados.

Es razonable mostrar un cierto escepticismo ante este tipo de datos y valoraciones mundiales. Suenan cifras astronómicas. Uno se pregunta por las hipótesis y datos empleados en el informe y desearía analizarlos con tiempo para convencerse de sus magnitudes y el nivel de detalle alcanzado.

Pero lo que no es fácil discutir es que el coste de reparar los daños ambientales una vez que se han producido, normalmente es mayor que el de prevenir y hacer un uso sostenible de los recursos.

Las grandes empresas del mundo ya lo han entendido así y muestran una sorprendente y creativa actividad, que trataremos de iros contando en sucesivos blogs. Por ello cada día veremos con más frecuencia conceptos como Huella de Carbono, Huella de agua, Huella ecológica, Declaración Ambiental de Producto, compra verde, etc.

* “En el texto se emplean los términos ingleses para los billones, que tienen 9 ceros, y los trillones, de 12 ceros. Por tanto, los trillones del texto  tienen 12 ceros y equivalen a nuestros billones.

Para los que tengan interés en profundizar, recomendamos las siguientes publicaciones, que podéis encontrar en la Comunidad ISM:

José Luis Canga Cabañes.

Director Técnico de Abaleo S.L.