Reverdecer la ciudad ampliando los bosques urbanos, instalar prótesis arbóreas para modular la sombra o habilitar “islas de frescor” son algunas medidas que han tomado las grandes urbes europeas para combatir el calor extremo que ya sufren y que la crisis climática amenaza con exacerbar.
Este verano, en el que se ha vivido el mes más caluroso de la historia del planeta, los termómetros han batido récords en múltiples partes del mundo, pero especialmente en Europa y en el Mediterráneo, las zonas que más rápido se calientan junto con el Ártico.
Las grandes capitales europeas, que además deben hacer frente al fenómeno “isla de calor” -más acusado en Madrid, ciudad donde se ha registrado una diferencia térmica de hasta 8,5 ºC entre el centro y la periferia menos urbanizada-, se han visto obligadas a buscar formas de refrescar espacios y minimizar los riesgos de salud ligados al calor.
Un estudio reciente publicado en ‘Nature Medicine’ concluyó que el verano pasado en Europa se produjeron 60.000 muertes adicionales como consecuencia del calor extremo, mientras que a nivel global la Organización Mundial de la Salud estima que entre 1998 y 2017 más de 166.000 personas murieron a causa de las olas de calor.
En estos episodios que se suceden cada verano cada vez con más frecuencia e intensidad los trabajadores de servicios públicos como la limpieza viaria en Madrid han afirmado este año poder adaptar sus horarios a los momentos más frescos del día o incluso recortar sus jornadas, después de que en 2022 falleciera en servicio un barrendero bajo las temperaturas que sufría la ciudad en plena ola de calor.
Algunos ayuntamientos han facilitado el acceso gratuito a piscinas municipales y han prolongado la apertura de parques y jardines hasta la noche, como es el caso de París, que además ha identificado cerca de 1.300 “islas de frescor” por la ciudad y ha habilitado salas con refrigeración en los ayuntamientos de distrito.
También Barcelona (España) ha ofrecido cerca de 230 refugios climáticos en los diez distritos de la ciudad condal, zonas convertidas en espacios de confort ante las altas temperaturas entre el 15 de junio y el 15 septiembre para aliviar especialmente a colectivos más vulnerables.
Sevilla, ciudad española del sur, que augura un aumento en la temperatura media de 4.5 ° C y una reducción de la lluvia del 20 % para el año 2100, ensaya mediante el proyecto europeo Lifewatercool sistemas para reducir la sensación térmica a partir de paradas de autobús bioclimáticas o prótesis arbóreas para modular el sombreado, entre otras opciones.
En Roma (Italia) la temperatura ha subido ya 1,7 grados en las tres décadas que van entre 1970 y los 2000, por lo que el Ayuntamiento está integrando la variable climática en la nueva planificación urbana, como refleja la remodelación de la estación de tren Termini, donde el responsable de su Oficina del Clima, Edoardo Zanchini, defiende a EFE que “hay que quitar el asfalto”.
La ciudad, subraya Zanchini, ha creado sombra con “árboles provisionales” en las paradas de autobús más concurridas, y también ha reforzado la red de fuentes de agua pública.
Reverdecer para refrescar
En paralelo, las urbes apuestan por ampliar su infraestructura verde, con nuevos muros, cubiertas y fachadas vegetales como las que contempla la estrategia de adaptación al cambio climático Belga para sus ciudades o como los 21 ejes verdes de Barcelona, que está pacificando las calles y creando 21 nuevas plazas añadiendo macetas para recuperar el espacio público y, al mismo tiempo, reverdecerlo.
El responsable de la Oficina de Clima de Roma destaca que en estos momentos “dos tercios de la ciudad son zonas agrícolas o parques” y que los proyectos en cinco parques a lo largo del río Tíber “harán accesibles los espacios fluviales a la población de los alrededores”, ya que el río atraviesa toda la urbe, dice, pero “en cierto modo está separado de ella”.
Londres (Reino Unido) también ha centrado su estrategia en el retorno a la naturaleza: su bosque urbano contiene unos 8,4 millones de árboles y cubre alrededor del 21 por ciento de la superficie terrestre de la ciudad, pero las autoridades quieren incrementar en un 10 % la cantidad de árboles para el año 2050.
Desde 2016, la alcaldía londinense ha financiado la plantación de más de 430.000 árboles, mientras que trabaja para mejorar el entorno de arroyos en algunos parques con el objetivo de mejorar la vida silvestre, además de facilitar subvenciones para crear jardines comunitarios, terrenos escolares para que los niños puedan jugar y áreas naturales.
No todo es calor
Adaptarse al cambio climático también es resistir la manera en que este fenómeno afecta a los recursos hídricos: por un lado, exacerbando la escasez y, por otro, favoreciendo los episodios de inundaciones.
En algunas zonas de Países Bajos, debido a la sequía, el suelo se está hundiendo y causando grietas en las casas, mientras que la subida del nivel del mar amenaza con provocar mayores inundaciones en un país cuyo tercio ya está por debajo del nivel del mar.
El Programa Delta adoptado a nivel nacional contiene medidas contra las inundaciones, asegura suficiente agua dulce y hace que la estructura de Países Bajos sea resistente al clima, por ejemplo, reforzando los diques, aumentando el suministro del agua en el largo artificial de IJsselmeer o construyendo valles en barrios para evitar inundaciones durante lluvias extremas.
Fuente: EFEverde
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