La lucha contra la desertificación en las tierras secas forestales y agrícolas en España, Grecia, China, Marruecos, Italia y Portugal centra la investigación del consorcio europeo LEDDRA (Land and Ecosystem Degradation and Desertification Assessing the fit of Responses) en este Año Internacional de los Bosques. Los participantes, procedentes de tres continentes, han comprobado cómo los territorios afectados por condiciones climáticas áridas y semiáridas, con una larga ocupación humana, presentan procesos de desertificación que han reducido la disponibilidad de recursos hídricos y de suelo (edáficos).

“Una buena gestión permitirá la recuperación y conservación de ambos elementos. Evaluar si las políticas empleadas resultan eficientes es el trabajo de LEDDRA”, explica el catedrático de la Universitat de València, Artemi Cerdà.

La conservación del suelo y los recursos hídricos depende de una buena gestión de los bosques existentes, según los científicos. “Y las políticas forestales deben de hacerse extensivas a áreas agrícolas, donde, precisamente, se originan las pérdidas de suelo y de agua más abundantes como consecuencia del excesivo uso del arado y de los herbicidas”, destaca Cerdà. Por otra parte, los expertos señalan que la utilización de la biomasa de las zonas abandonadas y las explotaciones agrícolas respetuosas con la conservación de los recursos constituyen una fuente sostenible de empleo e ingresos para la población local.

“La recuperación de los valores de las montañas como productores de aire y agua de calidad, fijar dióxido de carbono (CO2), generar productos de alta calidad y vivero de puestos de trabajo es la base de la lucha contra la desertificación”, añade el profesor de la Universitat. Al mismo tiempo, el uso sostenible de las zonas de montaña, de bosques y de cultivos, dará la opción de recuperar un paisaje milenario y evitar incendios catastróficos.

El proyecto LEDDRA (2010-2014), financiado con el 7º Programa Marco Europeo, está integrado por 11 socios de universidades y centros de investigación de Europa –entre los cuales se encuentra la Universitat de València-, Marruecos y China. Su misión es compartir experiencias multidisciplinares con el objetivo de estudiar sistemáticamente las respuestas a la degradación del suelo en tierras de cultivo, pastizales, bosques y zonas de matorral.

Las prácticas tradicionales sostenibles, claves para luchar contra la desertificación. Foto: LEDDRA

La contribución del Soil Erosion and Degradation Research Group de la Universitat de València ha demostrado que las prácticas agrícolas muy intensivas, especialmente en naranjos, viñas y olivos, y basadas en la agricultura química dan lugar a la degradación de los suelos y a la aceleración de la pérdida de suelo. En cambio, estrategias como por ejemplo la utilización de abonos verdes resultan muy beneficiosas para proteger el suelo y mejorar tanto su calidad como la de las aguas. “Las políticas de las administraciones y los objetivos de los productores son comerciales y a corto plazo. Por ello, las estrategias aplicadas en la gestión agrícola dan lugar a la degradación del territorio. LEDDRA estudia esas estrategias negativas para la sostenibilidad”, argumenta el investigador Artemi Cerdà.

Hoy se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, por este motivo, el consorcio LEDDRA -también tiene el apoyo de la Convención para la Lucha contra la Desertificación de las Naciones Unidas– ha hecho un llamamiento a la colaboración social.

El conocimiento de los procesos de degradación de las tierras implica, especialmente, a la población y, en consecuencia, es necesario exigir estrategias más sostenibles para la ocupación de la tierra. Mantener los regadíos tradicionales, los secanos de interior, buscar una agricultura basada en el reciclaje de la materia orgánica y evitar la urbanización del territorio agrícola y forestal son algunas de las recomendaciones de los expertos de LEDDRA.

PASTOREO CONTRA INCENDIOS


Otro de los problemas que destacan los investigadores de LEDDRA es el excesivo pastoreo, la cual puede perjudicar árboles jóvenes y eliminar toda la vegetación capaz de regenerar el bosque, así como también incrementar el riesgo potencial de erosión del suelo. Este problema suele ser habitual en países en vías de desarrollo. Por el contrario, en las zonas rurales de los países desarrollados, donde la presencia humana se ha reducido durante los últimos 50 años, los rebaños son una buena compañía para bosques, matorral y herbazal. Ovejas, cabras y vacas ayudan reducir el riesgo de incendios y a conservar el paisaje humanizado durante milenios. “Además, se generan puestos de trabajo y presencia humana en las montañas del Mediterráneo que han sufrido el abandono y el olvido”, matiza Cerdà.

En cuanto a los incendios forestales, y ahora precisamente que llega a nuestro territorio la época de más riesgo, los investigadores advierten que las prácticas de prevención se deben de hacer en el invierno. “Se deben evitar los incendios de altas intensidades, los de verano, por ello, es fundamental realizar quemas prescritas con el fin de aligerar el bosque de biomasa o para crear zonas con menor biomasa. Sólo así prevendremos los fuegos descontrolados de verano, aquellos que causan peligro para vidas y propiedades y, a la vez, favorecen la degradación de los suelos”, concluye el catedrático Artemi Cerdà.

Fuente: www.elperiodic.com