Las especies de aves vinculadas a los medios agrarios sufren un declive generalizado de un 27 por ciento de media por el deterioro ambiental que sufren estos ecosistemas, según denuncia SEO/BirdLife en el III Atlas de las Aves Reproductoras en España, que recoge los resultados del programa Sacre.

Fuente: SEO BirdLife

La ONG alerta de que especies comunes en el campo hace 20 años como la alondra, la calandria, la collalba rubia, la codorniz, el sisón común o la perdiz común han sufrido importantes declives.

Por ejemplo, el alzacola común, declarada Ave del Año 2022, ha sufrido un declive del 94,8 por ciento en el conjunto de España, lo que pone en evidencia los cambios negativos generados en el hábitat de esa especie por la intensificación de cultivos como la vid y el olivo.

SEO/BirdLife reclama que la Política Agraria Común impulse y premie los sistemas y las prácticas beneficiosas para la biodiversidad sin que se menoscabe la rentabilidad de los agricultores, como por ejemplo reducir los biocidas, mantener barbechos o fomentar áreas silvestres como ribazos, linderos y otras zonas improductivas.

Entre las principales causas que han contribuido a esta pérdida de aves agrícolas están la progresiva transformación e intensificación de la agricultura, enfocada sobre todo en la productividad, con uso generalizado de plaguicidas y herbicidas; la expansión de monocultivos y la simplificación del paisaje; la reducción de espacios silvestres y barbechos; la transformación de grandes áreas de secano en regadío y la utilización de semillas con productos altamente tóxicos.

Así, esta concatenación de causas ha provocado además un empeoramiento y la reducción de sus hábitats. Por ejemplo, desde 1990 los insectos han disminuido un 76 por ciento y también se han reducido las plantas con semillas como fuente de alimentación, así como los lugares donde criar y menos lugares donde criar y, en definitiva, menos territorio disponible y de peor calidad. A estas causas se suman la construcción de infraestructuras industriales, de transporte y, recientemente, proyectos de energía renovables (en especial fotovoltaica) que, en gran medida, ocupan los hábitats preferentes de estas especies, injustificadamente considerados espacios de poco valor.

Todo ello ha conllevado que la aves ligadas a los hábitat agrarios sean las más amenazadas de la Península Ibérica, con un descenso del 27 por ciento en menos de 30 años, según la tercera edición del Atlas que se suma a la reciente publicación del Libro Rojo de las Aves de España.

Entre estas destacan las aves de ambientes agroesteparios. En España no existen estepas naturales, sino zonas semiáridas con distintos tipos de pastizal que han sufrido intervención humana en algún momento de la historia y, sobre todo, grandes áreas abiertas de cultivos cerealistas y de leguminosas, como la alfalfa, que son utilizados por muchas de las especies de aves típicas de zonas esteparias. Actualmente, todas ellas tienen algo en común, un descenso poblacional debido, sobre todo, al deterioro de su hábitat.

Por ejemplo, el alcaraván, en comparación con el II Atlas de Aves Reproductoras, ha reducido su ocupación en el territorio. Ahora cuenta con un 15 por ciento menos de cuadrículas ocupadas, con disminuciones más acusadas en el norte que en el sur o que en los litorales oriental y meridional.

El sisón común, según los resultados del programa Sacre y de censos nacionales de la especie, acusa un declive del 68,5 por ciento entre 1998 y 2018, a un ritmo del -5,5 por ciento anual, más acusado en el Mediterráneo norte. La ganga ortega ha experimentado un descenso del 34 por ciento de 2005 a 2019 y la ganga ibérica ha menguado en 19 por ciento y esta reducción se eleva hasta el 63 por ciento en el valle del Ebro.

Por su parte, la avutarda euroasiática, con una población estimada de 22.000 a 24.000 ejemplares, registra una cifra inferior a las estimaciones de las dos últimas décadas. Aunque su tendencia varía por regiones, en el conjunto de la población española su declive en la última década ronda el 15 por ciento.

La tendencia para la collalba rubia es también descendente, con un 27 por ciento menos desde 1998 y la de la alondra común alcanza el 35 por ciento en el conjunto de España, pero roza el 80 por ciento en la mitad sur.

Otra de las especies más conocida, la perdiz roja, asociada a casi todo tipo de ambientes agrícolas (cereal, olivar, viñedo y otras leñosas), los datos del programa Sacre recopilados en el Atlas indican un declive importante, del 40 por ciento desde 1998, particularmente marcado en la zona mediterránea sur y norte.

En cuanto al Ave del Año 2022, el alzacola rojizo, SEO/BirdLife alerta de las marcas históricas de pérdida de ejemplares, pues el último censo de 2020 arroja una cifra de unos 17.000 ejemplares de los que Andalucía acoge al 70 por ciento y Extremadura el 28 por ciento. En el resto de su área, Murcia y Comunidad Valenciana, se limitan a unos pocos individuos. Pero si se compara con la población estimada en 22004, la ONG revela un «intenso declive generalizado en todas las regiones». Esta reducción oscila entre el 86% en la región oeste (Badajoz) y hasta un 98% en la región este (Alicante y Murcia), mientras que la reducción para el conjunto de España es del 94,8%.

Por ello, la ONG urge a que la PAC sea una «herramienta de cambio» para que las producciones más intensivas e industriales entren en la senda de la transición agroecológica e igualmente evite el abandono de sistemas agrarios y prácticas de gestión que son beneficiosos para las aves de medios agrarios.

Fuente: Europa Press