Los derivados de la actividad pesquera también predominan en el mar Cantábrico.

Una campaña realizada por el Instituto Español de Oceanografía en la costa del Cantábrico ha concluido que las aguas que bañan la costa de la región «no están mal y cuentan con bastantes valores ambientales en sus fondos», según Alberto Serrano, investigador responsable de la iniciativa.

Sin embargo, asegura que, junto a las maravillas marinas, han podido ver muchos residuos humanos, sobre todo «derivados de la actividad pesquera en forma de restos de aparejo y redes perdidas que se pierden y acaban enganchadas en la roca» y, por otro lado, «basuras en forma de plástico, residuos sanitarios, latas de refrescos…». En este sentido, destaca la presencia de palillos de oído, compresas y, en los últimos, tiempos, mascarillas, ya que, al depositarlas en papeleras abiertas, muchas veces son arrastradas por el viento hacia el mar.

Aun así, y más allá de lo  negativo, destaca Serrano que les ha llamado la atención el hallazgo de «arrecifes de corales blancos preciosos, cabezos llenos de corales de color, como corales joya, y bosques de gorgonias con un colorido impresionante». Dice estar sorprendido porque conocían bien profundidades de hasta 50 metros, «pero por debajo de esa profundidad y hasta los mil metros hay menos conocimiento y ahí si que el efecto de la pesca industrial, la contaminación y la sedimentación de los grandes ríos a veces genera hábitats o comunidades menos vistosas, por eso nos ha llamado la atención». En cuanto a lugares, destaca la Isla de Mouro o la ballena de Sonabia.

Fuente: La Ser