El pasado 30 de julio de 2024 entró en vigor la Directiva (UE) 2024/1799 por la que se establecen normas comunes para promover la reparación de bienes, la cual tendremos que transponer antes de 31 de julio de este próximo 2026; téngase en cuenta que este post se redacta a medio camino, concretamente en el mes de julio de 2025, mes en el que uno de los led de mi televisor llegó al final de su vida útil e inspiró la presente publicación.

Carcasa metálica del fondo del televisor, lugar donde residen los led. Fuente: Propia
A comienzos del mes de julio, mientras disfrutaba de una entretenida y excepcional película, mi televisor comenzó a fallar hasta llegar a un punto en el que veía la pantalla muy oscura, dejándola casi en negro, pero curiosamente continuaba reproduciendo el sonido de fondo, dejándome con la intriga sobre cómo finalizaría la película. La cuestión es que se trataba de un televisor adquirido a finales de 2019 o comienzos del 2020, ya no lo recuerdo bien; es decir, únicamente contaba con un “trote” de 5 años, con un uso medio acercándose a bajo en esos 5 años.
La primera impresión que me vino a la cabeza fue algo del estilo a, “ostras, ahora tendré que comprar otro televisor y tengo la cuenta corriente temblando”, pues acababa de liquidar una hipoteca (viniendo de una familia bastante humilde y sin ninguna herencia de por medio). Este punto, la variable económica, la rescataremos más adelante.
Con este escenario se abrían varias opciones a plantear y una elección que tomar como consumidor. Estas opciones se desplegaban en: comprar una nueva televisión y desechar en un punto limpio ese televisor que aparentemente se acababa de convertir en un RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos) o reparar el televisor, existiendo del mismo modo una bifurcación en esta última opción (llevarlo a una tienda de reparación o tratar de repararlo yo mismo).
Con todos los ingredientes desplegados, procedí a bajar a terreno cada una de estas opciones; abordémoslas:
- Compra de un televisor nuevo (y generación de un RAEE –residuo de aparato eléctrico o electrónico-, no lo olvidemos): por comparar con mayor detalle y más afinado, el mismo modelo de televisor que se me estropeó cuesta en el 2025 unos 150-160€, según diferentes tiendas. También valoré otros modelos más modernos y con mejores prestaciones, poniendo sobre la mesa la “obsolescencia percibida” (si no conocéis ese término, es muy recomendable que hagáis una búsqueda rápida de ello).
- Reparar el televisor en una tienda especializada: hice una búsqueda en varias webs y tiendas en la ciudad donde resido, obteniendo precios estimados entre los 90 y los 150€ por la reparación.
- Reparar el televisor por mi cuenta: tras la búsqueda de información sobre qué es lo que podría estar fallando en el televisor (se ve la pantalla muy oscura pero sigue teniendo audio), encontré algunos foros y webs de reparación, como es https://es.ifixit.com/. Aquí llegué a la conclusión de que lo que hacía inútil a mi televisión de 150€ era un único led de 20 céntimos, pero no tan fácil de reparar a priori.
Tras sopesar estas opciones me decanté por la última de ellas, reparar yo mismo el televisor, aunque, antes de avanzar en esta publicación os invito a que hagáis una pequeña reflexión, ¿habéis echado en falta algo hasta ahora, otras variables a considerar dentro de esta matriz? Tomad un minuto para darle una vuelta a ello.

Proceso de apertura y desmontaje de los componentes del televisor. Fuente: Propia
La verdad es que sí hay más ingredientes a considerar más allá de esa variable económica que dejamos anteriormente en stanby, también deberíamos considerar en nuestra toma de decisiones las variables ambientales, y sociales (las cuales a veces cuesta incorporar en la toma de decisiones, ya sea por la lejanía de conceptos o repercusiones sobre estas variables, o simplemente por falta de conciencia sobre ello). En este caso particular, he de decir que, por conciencia personal, y por defecto profesional como técnico de medio ambiente, sopesé bastante la variable ambiental (además de la social), pues me dolía mucho, y me parecía superar la línea del absurdo, tener que desechar un producto entero únicamente porque fallaba una única y pequeña pieza de entre las más de 1.500 piezas que podría componer el televisor.
Tomada la decisión, tocó sumergirse en un par de videotutoriales y webs sobre cómo cambiar los led a un televisor, procediendo a desmontarla con cautela y comprobar la ingente cantidad de chips y conexiones que guarda en sus tripas, hasta que, tras retirar varios tornillos, capas de placas de electrónica, el cristal de la pantalla y otros filtros de naturaleza plástica que incorpora en medio, llego por fin al fondo de la televisión, lugar donde residen estos famosos led.

Televisor desmontado: a la izquierda pantalla LCD y filtros de iluminación, a la derecha panel de iluminación y dos líneas de circuito led de retroiluminación. Fuente: Propia
Llegar hasta el fondo de la televisión fue algo arduo y complejo, pues, además de ir desarmando algo de tornillería y diferentes piezas con sumo cuidado (pues no quería estropear otras piezas que estaban en buen estado), tuve que retirar con un cúter varias piezas plásticas que hacían la labor de un tornillo pero que no se podían retirar sin romper, es decir, en lugar de incorporar un simple tornillo fácil de retirar, apostando por un ecodiseño que facilite la reparabilidad del producto, se apostó por incorporar trabas y entorpecer la reparación. Este es un aspecto a destacar, ya no sólo es la falta de ecodiseño en el producto a lo que nos enfrentamos, sino que además se incorporan elementos que dificultan e impiden la posibilidad de repararlo, avanzando de forma retorcida en contra de un ecodiseño.
Pues bien, a estas alturas de la publicación debemos recordar el título de la misma “¿derecho a reparar?”, la respuesta que hasta ahora podríamos aportar se aproximaría más hacia un “en este caso no, al menos de forma fácil”, dada la dificultad de acceso a una pieza clave (el led que está fallando) y que tiene una vida útil bastante limitada en comparación con el resto de piezas que lo componen; además, también representa un no derecho a reparar cuando comparamos los precios de ese mismo modelo de televisor nuevo y el precio que supone repararlo en una tienda especializada, así como el precio de las propias piezas de recambio.
Para ayudar y facilitar un ecodiseño, los fabricantes, en este caso particular de un televisor de led, deberían invertir un tiempo para plantear y diseñar un modelo de televisión que sea fácilmente reparable, teniendo en consideración, evidentemente, aquellas piezas que los componen que presenten una potencial menor vida útil, con objeto de poder sustituirlas llegado el momento, evitando condenar al televisor a terminar en el mejor de los casos en un punto limpio. Con este modelo de televisor en concreto, según lo fui desmontando y llegué al fondo del todo, lugar donde se encontraban los led, me pregunté: “¿por qué no han puesto una simple apertura en la parte trasera del televisor que facilite el acceso a estos led?”; eso es un claro ejemplo de ecodiseño que mejoraría la reparabilidad del producto, pues se facilitaría el acceso para la reparación o sustitución de unas piezas que presentan una vida útil bastante limitada.

Circuitería de retroiluminación led del televisor. Fuente: Propia.
En esta línea, el artículo 5 de la anterior directiva que se citaba, la “Directiva (UE) 2024/1799 por la que se establecen normas comunes para promover la reparación de bienes”, se especifica concretamente lo siguiente:
“2. La reparación en virtud del apartado 1 se efectuará en las siguientes condiciones:
- a) será gratuita o a un precio razonable;
- b) se efectuará en un plazo razonable a partir del momento en que el fabricante disponga físicamente del bien, lo haya recibido o el consumidor le haya proporcionado acceso a él;
- c) el fabricante podrá prestar al consumidor un bien de sustitución gratuitamente o a un precio razonable mientras dure la reparación, y
- d) en aquellos casos en los que la reparación sea imposible, el fabricante podrá ofrecer al consumidor un bien reacondicionado”.
Esperemos que, en el corto plazo, estas líneas de actuación permeen de forma efectiva en las empresas productoras y a lo largo de toda la cadena de valor.

Sustitución de las dos líneas de retroiluminación led. Fuente: Propia.
Para evitar que la curiosidad se quede en el tintero y conocer el final de esta excepcional película, en esta ocasión, hubo un final inesperado que deja caer que habrá una segunda parte de esta precuela. Tras instalar los led de retroiluminación de fondo, y tras conectar algo de cableado interno, enchufé el televisor a la corriente para comprobar si había dado con la pieza clave y solucionado el problema, y voilà, todo funcionaba a la perfección, todas las piezas engranaban como un reloj suizo; con ello y con una predominante felicidad, procedí a instalar la tornillería, poniendo como guinda final el marco de plástico que bordea la pantalla, con tan mala suerte, o la falta de ecodiseño inicial, que, al cerrar la última esquina del marco, el “clic” que debería haber hecho la pieza de forma normal, hizo que se mellase la esquina superior de la pantalla del televisor, convirtiendo de esta forma la pantalla en inservible, dado que desde ahí se extendían diversas líneas negras por toda la imagen. En esos momentos se apoderó de mí una verdadera frustración, ya que, para cambiar una pieza con una vida útil bastante más limitada que otros componentes del televisor, y con una ubicación casi inaccesible por falta de un ecodiseño del producto, rompí la pantalla al incorporar la última de las piezas (el marco de plástico), todo ello tras haber comprobado previamente que lo había reparado con éxito.
Evidentemente, y como adelanté, esto es una precuela, pues no me doy por vencido y habrá próximas aventuras de reparación. Los siguientes pasos estarán orientados hacia encontrar un repuesto para la pantalla, la cual tendrá que venir de otro televisor donante que ya no funcione, dado que los recambios nuevos de pantallas LCD de 32 pulgadas oscilan entre los 120 – 300€ en mercado, algo totalmente fuera de lugar, dado que el televisor nuevo en el 2025 presenta un precio en mercado que baila entre los 150-160€. En este punto en el que nos encontramos me viene a la mente una de las condiciones de la directiva que pretende promover la reparación de bienes “a) será gratuita o a un precio razonable”, surgiéndome la siguiente pregunta, ¿lo veremos en un futuro cercano, o, por interés y presión del mercado y de las diversas compañías privadas veremos nuevos palos en la rueda que impidan evolucionar hacia una verdadera reparabilidad y economía circular?
Cerrando este post, os invito a tratar de reflexionar y que os respondáis las siguientes preguntas:
- De los anteriores 3 escenarios (comprar una tv nueva, reparar en tienda o reparar uno/a mismo/a), ¿cuál hubieras elegido y por qué?
- Bajándolo a nivel consumidor ¿cómo crees que se podría incentivar la reparación frente a la compra de un nuevo producto, más allá de la capacidad económica de una persona o núcleo familiar?

Televisor de sustitución reproduciendo el documental denominado “Comprar, tirar, comprar”, dirigido por Cosima Dannoritzer, donde aborda diversas aristas sobre la obsolescencia programada. Fuente: Propia.
Tras un par de semanas desde el incidente que tuve con la pantalla LCD a la hora de montar el marco final de la televisión tras haberla reparado, aprovecho para actualizar y compartir esta segunda parte de la película, la cual, haciendo un adelanto, ha tenido un final feliz.
Continuando con el no derecho a reparar, al menos aplicado desde un punto de vista económico por parte de los productores del producto, así como la cadena de suministro, dado que el repuesto de una pantalla LCD de 32 pulgadas presenta un precio que baila entre los 120 y 300€ (recordemos, para reparar un televisor de 150€), me sumergí entre las aguas de una plataforma conocida de compra-venta de productos de segunda mano, ahí tuve la fortuna de encontrar el tesoro que buscaba, exactamente con las particularidades que perseguía: un televisor de 32 pulgadas que estuviera estropeado en algún componente electrónico pero que la pantalla LCD estuviera en buenas condiciones, así que lo adquirí por el precio que acordamos, un total de 7€.
Con todos los ingredientes disponibles en la cocina, tocó arremangarse y volver a desempolvar el destornillador y algo de ingenio para sacar adelante la receta de la sustitución de pantalla. En esta ocasión, tocó retirar algo de tornillería, y me llamó de nuevo la atención de la falta de ecodiseño, era muy palpable y comparable, pues estaba replicando el procedimiento de desmontaje y retirada de la pantalla LCD de dos modelos de televisión diferentes, pero con algunas piezas similares. En el televisor que quería reparar, la placa electrónica de la pantalla LCD únicamente estaba sujeta al chasis por un par de cintas plásticas fáciles de retirar, sin embargo, en el otro televisor, esta misma placa estaba pegada a conciencia con algún tipo de pegamento sobre el propio chasis; aquí vemos diferencias en el diseño del producto, las cuales pueden facilitar o dificultar la reparación del mismo.
Una vez tuve desmontadas ambas pantallas LCD, procedí a acoplar y conectar la pantalla en buen estado sobre el televisor a reparar, volviendo a conectar otra serie de cableado interno relativo a la fuente de alimentación, los altavoces y algún otro cable cuya función nunca pude identificar; así, montada de nuevo la televisión con las tiras de led sustituidas y la pantalla procedente de otro televisor donante, procedí a conectarlo para verificar que todo funcionaba correctamente, lo cual, y como adelantaba al inicio de esta segunda parte, fue un éxito.

Televisor reparado junto con los RAEEs generados: pantalla LCD rota y tiras led sustituidas
Para ir poniendo punto y final a esta publicación, debemos recordar que las piezas sustituidas que ya no funcionaban (tiras de led y pantalla LCD rota) debemos depositarlas en el punto limpio que tengamos disponible en nuestro municipio, dada la naturaleza de estos RAEEs (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos).
Y, finalmente, llegados a este punto sólo cabe recoger una breve y superficial fotografía del balance de impactos y repercusiones que tienen las acciones que nosotros/as tomamos en el día a día:
- Balance económico: tiras led para tv de 32 pulgadas (1€) y televisor donante (7€), a lo que podríamos sumar 3-4 horas de tiempo invertido entre búsqueda de información y tiempo de reparación (en este caso no tiene repercusión económica porque ha sido tiempo personal). Total: recuperación de un televisor de 150€ por 8€.
- Balance ambiental: para tener estos resultados deberíamos tener en cuenta herramientas como son el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) y las huellas ambientales, no obstante, y sin estos cálculos realizados, es fácil llegar a la conclusión de que se reducen impactos ambientales al reparar un producto y no sustituirlo, dado que estaríamos incorporando en la matriz de impacto todos aquellos derivados de la producción de un nuevo televisor, así como de la gestión del viejo tv como RAEE.
- Balance social: esta variable presenta un amplio abanico de inputs a considerar, algunos más cercanos y otros más lejanos y ajenos a nuestro día a día. Para tratar de acercar aquellos más lejanos, los cuales, por desconocimiento, muchas veces ni paramos nuestros pies para considerarlos, voy a dejar la recomendación del libro cuyo título es “Cobalto rojo. El Congo se desangra para que tú te conectes” del autor Siddharth Kara.
Si quieres saber más sobre esta temática, visita nuestro cursos de Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos.








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