En muchos conflictos, la restricción o el control del acceso a agua puede utilizarse como arma. Ha ocurrido a lo largo de la historia y en todo el mundo.

Cuando se corta el suministro de agua de una comunidad, los niños y las familias se ven obligados a depender de agua insegura o a abandonar sus hogares en busca de una nueva fuente. En ocasiones, esto puede llevar a las familias a reducir o racionar sus reservas de agua; otras veces, a beber agua que está claramente contaminada y es, por tanto, peligrosa.

El agua se utiliza como arma de distintas formas, como para atacar a trabajadores e infraestructuras de agua o para denegar el acceso.

En muchos conflictos prolongados, los sistemas de agua y saneamiento no solo son un objetivo, sino que además se quedan estancados o se deterioran. En algunos casos, ni siquiera llega a existir un sistema adecuado de agua y saneamiento y el comienzo de un conflicto no hace más que agravar el problema.

Pero no siempre se utiliza el agua para hacer daño. Cabe destacar que, en muchos países, así como más allá de sus fronteras, el agua puede ser también un instrumento de paz y colaboración.

Sin embargo, cuando se atacan los sistemas de agua y se deniega el acceso a agua segura, las repercusiones en los niños son enormes. Sin agua, los niños no pueden sobrevivir. Cuando se ven obligados a depender de agua insegura o contaminada, quedan expuestos al peligro de contraer enfermedades mortales. En tiempos de crisis, cuando los hospitales están abarrotados y los suministros médicos son escasos, la falta de agua segura puede ser tan letal como una bala o una bomba.