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Un ejemplo de Fundación de restauración de ecosistemas: la Fundación CALISUR/ Imagen: Ángel Collado

Como anticipé en mi anterior post, “Acercamiento a las fundaciones y asociaciones en América Latina”, una de las fundaciones de restauración de ecosistemas con las que pude colaborar en Ecuador, y que más me llamó la atención, fue la Fundación CALISUR, tanto por los resultados ambientales como por la implicación social y estratégica.

Uno de los grandes problemas de las costas tropicales es la deforestación de bosques de manglar (mangle) para la implantación de piscinas de producción de camarón, al que en España conocemos comúnmente como gambas. Es un problema ambiental que tal vez asociamos más al sureste asiático pero que también afecta con fuerza en las costas de países como Ecuador.

Ante este problema medioambiental surgió la Fundación CALISUR constituida por pequeños y medianos camaroneros con inquietudes de realizar una producción más sostenible. La iniciativa de la fundación encontró un aliado en la Asociación de Cangrejeros de Balao.

Los cangrejeros están estrechamente asociados al manglar ya que es el ecosistema donde obtienen el preciado cangrejo rojo. Los cangrejeros trabajan con un sistema artesanal. El cangrejo es recogido de forma manual desde sus botes y con un sistema de ciclos de veda a lo largo del año que permite la permanencia de la especie. Durante el cierre de la veda del cangrejo los cangrejeros pierden su sustento y se dedican a la vigilancia del manglar frente a la presencia de furtivos. Este contacto diario y directo con el manglar, hace de los cangrejeros los mejores conocedores de este ecosistema.

Por sus conocimientos, la Fundación CALISUR, durante el cierre de la veda, los contrataba para sus actividades. Éstas abarcan desde la recogida de semillas de mangle rojo en buen estado, la siembra en invernadero, la plantación en la costa y su mantenimiento. A su vez, colaboraban en la elección de los puntos de plantación gracias a su conocimiento de las corrientes y de la costa. Este nuevo manglar, al crecer, aportará nuevas zonas de faenamiento y mayores oportunidades de desarrollo para las poblaciones locales de cangrejeros.

Por lo tanto, se creó una simbiosis entre un grupo de camarones y otro de cangrejeros, con intereses opuestos. Posteriormente, se produjo un cambio normativo que favoreció el crecimiento de las actividades de la fundación. Se aprobó un nuevo decreto que obligaba a todas las camaroneras y otras actividades degradadoras de los mangles a la reforestación de éstos en cantidades superiores a las deforestadas.

Con este sistema, según datos de la fundación, se han plantado con éxito 90 hectáreas de mangle rojo (220.000 plantas), constituyendo una de las mayores experiencias de este tipo en América Latina.

Partiendo únicamente del marco legislativo de la administración y financiado con fondos privados mínimos, esta experiencia consiguió ampliar la perspectiva de dos colectivos laborales tradicionalmente enfrentados, uniéndolos de manera sinérgica no solo para el beneficio mutuo sino para la preservación del ecosistema del que ambos dependían.

Las consecuencias de esta acción constituyeron un aumento significativo de beneficios para ambos colectivos, resurgimiento de los ecosistemas de manglar (muy deteriorado en la zona del Canal de Jambelí, Golfo de Guayaquil), mayores oportunidades para las poblaciones locales y, consecuentemente, el incremento de otras actividades económicas.

Así mismo, la operación activa sobre el ecosistema de manglar consiguió además otro tipo de beneficios, beneficios medioambientales, como por ejemplo la reducción del impacto de las inundaciones, y la mejor depuración de las aguas costeras.

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Según datos de la fundación, se han plantado con éxito 90 hectáreas de mangle rojo (220.000 plantas)/ Imagen: Ángel Collado