En los últimos años se ha experimentado en España un auténtico boom de las actividades que tienen que ver con el disfrute la naturaleza (alpinismo, senderismo, observación de flora y fauna, y un largo etc.), y cada vez son más las familias, grupos, y particulares que eligen los espacios naturales para disfrutar de sus momentos de ocio.

La popularidad de las actividades al aire libre (también pueden ser conocidas como ecoturismo o turismo activo, entre otras denominaciones) es tal que actualmente incluso pudiera considerarse como una auténtica moda el disfrute de la naturaleza. Esta realidad, que de entrada pudiera considerarse como positiva dado que pone en contacto a las personas con el medio natural, también tiene aspectos negativos, y sobre ello quiero realizar una reflexión en este artículo.

ecoturismo

Senda entre Potes y Santo Toribio de Liébana (Cantabria) Imagen: Agustín Ibáñez

Y es que la citada moda, además de generar en algunos casos una cierta masificación de los espacios naturales, con la alta presión sobre ecosistemas frágiles que ello supone, puede dar lugar a comportamientos absolutamente lamentables, además de delictivos en algunos casos. Así lo demuestran titulares como los siguientes, recopilados todos ellos durante este invierno en el entorno de la Cordillera Cantábrica:

Y quizás una de las causas de que este tipo de noticias nos sorprendan e indignen, es que partimos de la colectiva y errónea creencia de que todas las personas que acuden a la naturaleza están sensibilizadas respecto de los valores de la misma y de su esencial importancia para garantizar el equilibrio en el planeta. Y es que, cuando la naturaleza se concibe como un objeto o artículo de consumo más (muy accesible y barato, además), y no como el principio creador y organizador de todo lo que existe y con la cual estamos obligados a convivir en armonía, surge el riesgo de que se manifiesten actitudes como las previamente señaladas.

Y efectivamente, es muy triste comprobar de forma relativamente frecuente como en el medio natural se depositan residuos, no se respetan los elementos naturales y patrimoniales (pintadas, roturas, etc.), se producen ataques a la flora y acoso a la fauna, o se provocan incendios forestales, entre otros impactos.

Parece pues claro, ya para finalizar esta reflexión, que aún queda mucho por cambiar en cuanto a nuestra relación con el medio que nos rodea y en el cual desarrollamos nuestras vidas. Es necesaria más y mejor educación ambiental, y también un régimen de sanciones más efectivo y severo cuando se cometan faltas o delitos que atenten contra el patrimonio de todos.

P.D. Capítulo aparte merecen las pruebas deportivas que cada vez de forma más habitual se celebran en el entorno de espacios naturales protegidos, pero en este caso mi reflexión ha sido realizada únicamente pensando en las actitudes individuales o colectivas de quiénes conciben la naturaleza como un objeto de consumo más.