Cuando hablamos de sostenibilidad en la construcción, muchas veces pensamos en reciclar materiales, usar paneles solares o reducir el consumo energético de los edificios. Y sí, todo eso es parte de la solución. Pero hay un enfoque más profundo, más transformador y cada vez más presente en las políticas europeas y en los proyectos más avanzados del sector. Se llama ecoinnovación.

Este término, aunque aún poco conocido fuera de ciertos círculos técnicos, tiene un objetivo muy concreto: se refiere a todo cambio o mejora en productos, servicios, procesos o modelos de negocio que reduzca significativamente el impacto ambiental. En lugar de corregir problemas después de que ocurran, la ecoinnovación busca evitar esos impactos desde el principio. En el caso de la construcción, esto significa pensar de forma diferente desde la fase de diseño: qué materiales se eligen, cómo se colocan, cómo se comportarán con el paso del tiempo y qué ocurrirá con ellos cuando el edificio deje de utilizarse.

Te pongo un ejemplo que puede ayudarte a visualizarlo mejor. Imagina un sistema de fachada que, además de aislar térmicamente el edificio, está fabricado con residuos industriales y, durante su uso, captura parte del CO₂ del aire. O piensa en un aislamiento térmico hecho con fibras naturales que no solo evita el uso de derivados del petróleo, sino que mejora la calidad del aire interior. Estos productos no son utopías: ya existen, se utilizan en Europa, y se desarrollaron desde la lógica de la ecoinnovación.

Pero ¿cómo se puede medir el grado de avance en este ámbito? Aquí es donde entra en juego el Eco-Innovation Index, un indicador que la Unión Europea publica anualmente para medir el desempeño de cada país en diferentes aspectos relacionados con la sostenibilidad y la innovación. En su edición de 2024 (ver imagen debajo), países como Finlandia, Dinamarca, Austria y Luxemburgo lideran el ranking. No solo son los que más innovan en términos ambientales, sino también los que logran que esa innovación se traduzca en políticas públicas, prácticas empresariales y comportamientos concretos.

En el medio del listado encontramos países como España, Irlanda, Eslovenia o Estonia, que muestran un avance importante pero aún con margen de mejora. Y más abajo están otros como Bulgaria, Hungría o Rumanía, que se consideran en proceso de ponerse al día. Esta información es relevante porque nos ayuda a entender que la sostenibilidad no es un concepto abstracto, sino un proceso que se puede medir, comparar y mejorar.

que es la ecoinnovacion

De hecho, un estudio reciente[1] publicado en Journal of the Knowledge Economy fue un paso más allá. En lugar de limitarse a comparar países, los autores analizaron cómo estos evolucionan a lo largo del tiempo en diferentes dimensiones de la ecoinnovación: desde la eficiencia en el uso de materiales y energía, hasta la generación de patentes verdes, el personal dedicado a I+D ambiental o el gasto público en protección del medioambiente. Lo que encontraron fue muy interesante: no todos los países avanzan al mismo ritmo ni en la misma dirección. Se forman lo que ellos llaman “clubs de convergencia”, es decir, grupos de países que tienden a parecerse entre sí en ciertos indicadores, mientras se distancian de otros.

Por ejemplo, algunos países que invierten mucho en proteger el medioambiente no necesariamente innovan más. Es decir, están enfocados en corregir o mitigar impactos, pero no en prevenirlos mediante nuevas soluciones. En cambio, otros países que dedican más recursos a I+D y a personal especializado en sostenibilidad, sí logran resultados más consistentes en eficiencia y patentes verdes. Una conclusión clara del estudio es que la ecoinnovación no ocurre por sí sola, sino cuando hay una combinación equilibrada de políticas, inversión y conocimiento técnico.

Esta idea es especialmente importante cuando hablamos del sector de la construcción. Este es uno de los que más recursos consume y más residuos genera a nivel europeo. Además, influye directamente en nuestra salud y bienestar: el tipo de materiales utilizados puede afectar al aire que respiramos en casa, a cómo se comporta un edificio ante el calor o el frío, o a si se podrá adaptar o desmontar en el futuro sin dejar una montaña de escombros. Por eso, si realmente queremos avanzar hacia una construcción más sostenible, no podemos centrarnos solo en cumplir normativas o reducir consumos, sino que necesitamos cambiar la forma en la que concebimos los edificios desde su origen.

Aquí es donde la ecoinnovación se convierte en una herramienta fundamental para lograr este cambio de paradigma. No solo permite mejorar el rendimiento ambiental de los edificios, sino también crear nuevas oportunidades de negocio, acceder a fondos europeos, posicionarse en mercados más exigentes y, sobre todo, contribuir a una transformación estructural del sector. Y lo más importante: no es necesario ser un experto para empezar a entenderla y aplicarla. Con la formación adecuada, cualquier profesional del diseño, la ingeniería o la construcción puede empezar a trabajar con estos enfoques y adaptarlos a su realidad.

Por eso, si todo esto te resulta interesante y quieres profundizar más, aprender a usar herramientas como el análisis de ciclo de vida, conocer materiales innovadores que ya están cambiando el mercado, o entender cómo aplicar criterios de salud, circularidad y eficiencia desde el diseño, ya puedes apuntarte al curso «Ecodiseño y ecoinnovación de materiales de construcción», que se impartirá próximamente en el campus del ISM. Es una oportunidad para adquirir una base sólida y actualizada sobre cómo construir de forma más inteligente, saludable y sostenible.

 


[1] Torrecillas, C., Fernández, S. & Vides, J.C. Eco-innovation Clubs of Convergence: An Analysis of Outputs and Inputs Based on the EU-27. J Knowl Econ (2024). https://doi.org/10.1007/s13132-024-02555-y