Leía el otro día en la prensa que en España se ha solicitado la instalación de 87.500 MW de energías renovables (24.400 MW de eólica y 61.100 MW de solar). Y aunque muchos de estos proyectos se quedarán por el camino y no se ejecutarán, no dejan de ser datos de vértigo que desvelan el nuevo boom que vive el sector y una tendencia creciente de iniciativas. Parece evidente que caminamos hacia un importante incremento de centrales eólicas y solares por todo el territorio nacional.

Buque chino con palas para España

Buque de transporte chino con palas de aerogeneradores para proyectos en España. Fuente: Xataka.

Es un reto mayúsculo, no solo en el plano de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero donde no cabe discusión, sino también en el de la integración ambiental de estas infraestructuras. Y es que a pesar del liderazgo de España en renovables, especialmente en eólica terrestre, hasta el momento su implantación ha carecido de una coordinación global efectiva en lo referente a la gestión del impacto ambiental que provocan. Las características territoriales del país han condicionado esfuerzos dispares en la evaluación de los proyectos entre las regiones, que se han visto acentuados por una escasa trasferencia de información y experiencias entre las distintas administraciones y el resto de agentes implicados. Si a todo esto le sumamos que el conocimiento de la influencia real sobre los ecosistemas es aún pobre, no encontremos con que no estamos valorando ni gestionando correctamente las afecciones sobre la biodiversidad, como empiezan a apuntar algunos metaestudios recientes. Y parece que es un problema que trasciende fronteras. Por tanto, el inminente e importante desarrollo al que nos enfrentamos en España ya no puede basarse en procedimientos más o menos anárquicos e independientes, sino que ha de coordinarse y ordenarse a nivel nacional (al menos). Debemos cambiar el enfoque y asumir que el modelo actual de evaluación y gestión del impacto sobre el medio natural no está dando los resultados esperados. Hay que tomar la iniciativa.

Un paso fundamental e ineludible para conseguir la armonización y mejora de los protocolos de evaluación y gestión del impacto es, en mi opinión, la creación de un grupo de trabajo nacional que aborde de forma científica y neutral la influencia que el desarrollo de las energías renovables supone sobre los ecosistemas españoles. El objetivo de una iniciativa de esta naturaleza sería el de aglutinar en un mismo foro de debate a representantes de todos los sectores implicados en los proyectos energéticos (promotores, administraciones, consultoras, sociedad civil, etc.); creando mesas de trabajo donde se analicen los impactos ambientales y se definan estrategias de mitigación, control y planificación estandarizadas y comunes. El fin último sería disponer de un órgano independiente y multidisciplinar que aporte pautas y protocolos actualizados, y aconseje acerca del desarrollo sostenible de los proyectos de renovables. No hay que olvidar que una coordinación de este tipo no solo mejoraría la integración ambiental de las centrales, sino que también supondría una ventaja en la planificación de los proyecto desde las fases iniciales, optimizando los costes y ayudando a mantener la competitividad del sector al más alto nivel. Se trata, por tanto, de una cuestión casi estratégica (o sin casi).

The National Wind Coordinating Collaborative

Logotipo del NWCC, un modelo de coordinación del que aprender.

Pero es que ni si quiera estaríamos inventando nada nuevo. Ya hay modelos de éxito en otros países de los que aprender. Uno de ellos, quizás el mejor, es The National Wind Coordinating Collaborative (NWCC), que desde 1994 lleva asesorando y orientando para que la energía eólica se instale de la forma más sostenible posible en los EEUU. ¿A qué esperamos para copiar el formato adaptándolo a las características del sector en España y en la UE? ¿No parece una necesidad evidente? Aún estamos a tiempo para abrir el debate y tomar decisiones, pero no deberíamos entretenernos en interés cortoplacistas o excesivamente regionales. El margen de maniobra es muy reducido.

Y mientras esperamos a que alguien con más autoridad o capacidad de actuación que la mía capte el mensaje, desde el Instituto Superior del Medio Ambiente seguiremos trabajando para que el impacto de los parques eólicos sobre la biodiversidad sea el menor posible. Por eso ponemos nuestro granito de arena a través del curso Evaluación y Seguimiento del Impacto de los Parques Eólicos sobre la Fauna, que pretende dar a conocer las herramientas teóricas y prácticas para analizar el impacto que genera la energía eólica sobre los vertebrados voladores y sus hábitats, con la finalidad de minimizar sus efectos y facilitar la integración en los ecosistemas.