Investigadores españoles desarrollan un nuevo método para obtener niobio y tántalo, fundamentales en los móviles y otros dispositivos, a partir de un yacimiento abandonado en Orense.
La nueva economía de un mundo enganchado a la tecnología dependerá cada vez menos del petróleo y los recursos fósiles, pero más de otros compuestos igualmente costosos y difíciles de hallar en la mayor parte del globo, incluida Europa. Uno de ellos es el coltán, del que se extraen dos elementos hoy fundamentales: el niobio y el tántalo.
La sorpresa es que, gracias a un nuevo método desarrollado en España, van a poder obtenerse millones de toneladas de estos valiosos materiales a partir de la antigua mina gallega de Penouta. Situada en la aldea de Viana do Bolo (Orense), fue explotada por primera vez en tiempos del Imperio Romano y abandonada en 1982, cuando la última empresa que la gestionó, Rumasa, dio por concluida la extracción de estaño.
«Si se explota adecuadamente, puede ser el mayor yacimiento de Europa de este tipo de minerales», prevé Félix Antonio López, científico del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM), adscrito al CSIC. Las balsas de residuos abandonadas hace casi cuatro décadas contienen materiales de los que, a través de sucesivos procesos, se acaba obteniendo tres productos finales: estaño, tántalo y niobio, a cual más valioso que el anterior.
Los dos últimos, además, son elementos que la Unión Europea ha reconocido como estratégicos para su futuro. «Son materias críticas porque dependemos de ellas y no tenemos en Europa», explica López, a punto de enfundarse en sus ropas protectoras para llevar a cabo el proceso de fundición con el que se obtienen los preciados materiales. «Se corre el riesgo de pasar de una dependencia del crudo a una dependencia de estos metales, en la que países ajenos podrían imponer precios y estándares de negocio», añade.
Tanto el niobio, que se usa para fabricar aceros de gran calidad con múltiples aplicaciones, como el tántalo, fundamental para los móviles y otros muchos dispositivos electrónicos, se obtienen habitualmente a partir del coltán (col viene de columbita tan, de tantalita, compuestos de los que se extrae, respectivamente, el niobio y el tántalo).
Este mineral se encuentra en abundancia en países como Brasil, Australia, China o Congo. Pero, al hecho de que se reúnan en tan pocas manos elementos básicos para la economía mundial, se suman cuestiones ambientales y de derechos humanos.
En los países amazónicos, la extracción de coltán impacta negativamente sobre la selva, mientras que el Congo, de donde procede el llamado coltán de sangre, ha sufrido graves problemas de explotación laboral e infantil.
China, por su parte, está acaparando gran parte del mercado: «Allá donde hay coltán, se lo lleva», indica López, quien advierte que, en este país, «las condiciones medioambientales no son muy exigentes». Por estos motivos, «todo lo que sea evitar esa dependencia, es bienvenido».
En el CENIM, el método para obtener niobio y tántalo apenas genera el calor necesario para calentar durante unos instantes, mientras sale el material fundido del horno, el «edificio singular protegido» donde se realiza el proceso, en el que no está permitido instalar calefacción o aire acondicionado por cuestiones de integridad arquitectónica. «Te acabas acostumbrando», comentan, con cierta resignación, quienes allí trabajan.
«No tienes que importarlo de países lejanos donde hay problemas de respeto a los derechos humanos y evitas también la dependencia económica de China», resume, por su parte, Olga Rodríguez Largo, investigadora posdoctoral del CENIM. La Comisión Europea ha mostrado su apoyo al proyecto financiándolo durante los dos últimos años a través de fondos Feder.
La Escoria, lo más valioso
La empresa Strategic Minerals, con sede en Madrid, ha financiado el proyecto desde el principio y gestiona la mina Penouta. Allí arranca el proceso de obtención del nuevo oro negro tecnológico. La compañía privada procesa los residuos obtenidos de la escombrera de la minería y envía el resultado, un polvo negro brillante llamado columbo-tantalita, a la sede del CENIM.
«Esto lo mezclamos con una serie de adititivos, lo fundimos a una temperatura de 1.200 ºC y, de esa fusión, obtenemos un lingote de estaño», detalla López. «En la escoria que se produce, mediante un procedimiento a muy pequeña escala, separamos el niobio y el tántalo».
En este caso, por tanto, lo más valioso es la «escoria«, una capa que rodea al estaño cuando sale del horno de fundición y de la que, tras sucesivos filtrados en un laboratorio contiguo, se obtienen los dos preciados elementos. Se trata, advierten los investigadores, de un proceso de «economía circular«, ya que todo parte de unos viejos residuos mineros y nada se desperdicia.
Fuente: El Mundo
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