En un mundo donde lo artificial y lo urgente parecen ocupar todo el espacio, recuperar la conexión con la naturaleza desde la escuela se vuelve no solo necesario, sino profundamente esperanzador. Los centros educativos, ya sean urbanos o rurales, tienen el potencial de convertirse en verdaderos motores de transformación social y ecológica. Son lugares de aprendizaje, pero también de convivencia, de experimentación y de inspiración. Por eso, implementar Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) en el entorno escolar no es una moda ni un lujo: es una forma sensata y efectiva de preparar a las nuevas generaciones para un futuro más justo, saludable y sostenible.
Las escuelas cuentan con espacios que, con algo de creatividad y mucha voluntad, pueden renacer como auténticos refugios de vida. Huertos escolares, fragmentos de bosque, islas de biodiversidad, estanques, jardines verticales, bosques comestibles… La lista es tan amplia como la imaginación de quienes los sueñan y los construyen. Además, estas estructuras naturales se pueden complementar con refugios para polinizadores, aves, murciélagos o insectos, creando una red ecológica que no solo enriquece el paisaje, sino que lo conecta con el entorno natural circundante.
Pero los cambios más profundos no son solo visibles, sino también emocionales. Cuando el alumnado tiene contacto real con la naturaleza, algo cambia en su forma de mirar. Emociones como el asco o el miedo hacia insectos, barro o plantas desconocidas se transforman, poco a poco, en curiosidad, fascinación y respeto. Este vínculo, casi siempre intuitivo y espontáneo, es una semilla poderosa para una ciudadanía más comprometida, sensible y consciente.
Transformar infraestructuras escolares tradicionales — duras, grises, muchas veces dominadas por pistas deportivas que refuerzan ciertos valores de competencia y segmentación — por entornos verdes, vivos y colaborativos, abre la puerta a nuevas formas de aprender y relacionarse. En estos espacios naturales, se fomenta la cooperación en lugar de la rivalidad, la mixticidad en lugar de la segregación, la calma en lugar del ruido constante. En definitiva, se educa no solo para aprobar exámenes, sino para vivir mejor juntos y cuidar del planeta.
Las SbN en la práctica escolar: lo que pasa cuando dejamos entrar la naturaleza
Cuando una escuela decide abrirse a la naturaleza, los beneficios no tardan en hacerse notar. De repente, un huerto se convierte en un aula al aire libre. Un banco bajo un árbol se transforma en el lugar favorito para leer o conversar. Un pequeño estanque atrae libélulas, y con ellas, preguntas.
Numerosas investigaciones han mostrado cómo estas transformaciones impactan positivamente en el bienestar emocional, la atención, la capacidad de resolución de conflictos y la creatividad del alumnado. Por ejemplo, se ha visto que, en patios naturalizados, los juegos son más inclusivos y diversos, hay menos enfrentamientos y más cooperación entre los niños y niñas (Van Dijk-Wesselius et al., 2018). Al mismo tiempo, el profesorado encuentra nuevas formas de enseñar, más conectadas con lo concreto, con el entorno, con lo vivo.
A nivel internacional, movimientos como «Ecoescuelas» han sido germen de propuestas inspiradoras que van desde la renaturalización de patios hasta proyectos de compostaje, recuperación de agua de lluvia o monitoreo de biodiversidad. Estos programas, presentes en distintos países, comparten una misma filosofía: involucrar a toda la comunidad educativa en procesos de mejora ambiental y social, a través de acciones concretas y significativas.
Más allá de los beneficios ambientales —como la mejora del microclima, la reducción del efecto isla de calor o el aumento de espacios verdes en zonas densamente construidas— las SbN son también herramientas pedagógicas y sociales. Permiten trabajar contenidos de ciencias, arte, lengua o matemáticas desde un enfoque vivencial e interdisciplinar. Y, sobre todo, ofrecen al alumnado la posibilidad de experimentar el valor de cuidar algo que está vivo, de entender que sus acciones tienen consecuencias reales y que, con sus manos, pueden transformar el lugar en el que viven y aprenden.
Estudios como los de Ruiz-Gallardo et al. (2023) o Lozano-Oyola et al. (2023) coinciden en que esta conexión con la naturaleza no solo mejora el aprendizaje, sino que deja una huella duradera: niñas y niños que crecen en entornos escolares verdes tienden a desarrollar actitudes más empáticas, mayor autorregulación emocional y una conciencia ambiental sólida, que los acompaña incluso en la adultez.
Obstáculos en el camino: lo que dificulta, lo que podemos cambiar
Por supuesto, no todo es sencillo. Llevar a cabo SbN en escuelas implica superar una serie de retos importantes. Muchas veces nos encontramos con limitaciones económicas, falta de conocimientos técnicos, o simplemente con una inercia institucional que prefiere lo conocido, aunque no funcione del todo bien.
En algunos casos, los miedos vinculados a la seguridad, al mantenimiento o a las posibles “molestias” de introducir vegetación (insectos, suciedad, etc.) hacen que se rechacen propuestas que podrían mejorar notablemente el ambiente escolar. También influye el hecho de que los marcos curriculares y evaluativos suelen estar pensados para un tipo de aprendizaje más abstracto, individual y medible, lo que deja poco margen para experiencias más lentas, colaborativas y sensoriales.
Pero quizá el mayor desafío sea cultural. Cambiar un patio no es solo cuestión de jardinería, sino de imaginar otra manera de estar juntos. Por eso, para que las SbN sean realmente transformadoras, es clave que toda la comunidad educativa se involucre. No basta con tener voluntad desde la dirección o el claustro docente: es necesario sumar a las familias, al alumnado, al personal de mantenimiento, incluso al vecindario.
Los procesos participativos son, en este sentido, la base sobre la que construir espacios naturales que sean no solo bonitos, sino significativos. Espacios que cuenten una historia, que respondan a las necesidades reales de quienes los habitan, y que puedan ser cuidados y transformados a lo largo del tiempo. Porque si algo enseña la naturaleza es que nada está terminado del todo, y que todo crecimiento necesita paciencia, atención y cariño.
Cosechando aprendizajes: hacia una educación enraizada y transformadora
Llegados a este punto, parece claro que implementar SbN en entornos escolares es mucho más que una mejora estética. Es una decisión política, ética y educativa que tiene el potencial de cambiar la forma en que nos relacionamos con el entorno y entre nosotros. Es también una vía concreta para avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente en lo que respecta a la salud, la educación de calidad, la acción climática y la vida en ecosistemas terrestres.
En este sentido, conocer bien qué son las SbN, cómo se diseñan, qué principios las rigen y qué marco normativo las respalda es fundamental. Por eso, el curso de Soluciones Basadas en la Naturaleza y su contexto en la Agenda 2030, representa una herramienta clave para cualquier persona interesada en impulsar estos cambios desde su escuela o comunidad.
Porque al final, todo empieza con una semilla. Y no hay mejor lugar para sembrarla que en la escuela.
Referencias
Barraclough, A. D., Bater, L. R., McCunn, L. J., & Devine-Wright, P. (2021). Greening school grounds: Evaluating the impacts of nature-based design interventions on children’s wellbeing. Landscape and Urban Planning, 208, 104019. https://doi.org/10.1016/j.landurbplan.2020.104019
Lozano-Oyola, M., Calabuig-Moreno, F., & Baños-González, M. (2023). Sustainable Schools and Green Educational Spaces: A Model for the Integration of Nature-Based Solutions in Educational Infrastructure. Sustainability, 15(20), 14985. https://doi.org/10.3390/su152014985
Raymond, C. M., Frantzeskaki, N., Kabisch, N., Berry, P., Breil, M., Nita, M. R., … & Calfapietra, C. (2019). A framework for assessing and implementing the co-benefits of nature-based solutions in urban areas. Environmental Science & Policy, 91, 15–24. https://doi.org/10.1016/j.envsci.2018.12.033
Ruiz-Gallardo, J.-R., Castaño, S., & Sanz, R. (2023). Evaluation of an Interdisciplinary Educational Project Based on Nature-Based Solutions in Primary Education. Sustainability, 15(2), 1075. https://doi.org/10.3390/su15021075
Van Dijk-Wesselius, J. E., Maas, J., Hovinga, D., van Vugt, M., & van den Berg, A. E. (2018). The impact of greening schoolyards on children’s physical activity and socioemotional development in primary schools. Frontiers in Psychology, 9, 619. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2018.00619
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