La naturalización de las ciudades busca acelerar la transición hacia modelos urbanos más verdes y saludables que mitiguen los efectos del cambio climático, mejoren la biodiversidad urbana al tiempo que impacten en el bienestar emocional y mental de los ciudadanos y ciudadanas.

Richard Louv, periodista y escritor americano, en su celebre libro Last Child in the Woods expone el término «trastorno por déficit de Naturaleza» que nos habla de cómo perjudica a los niños y a la sociedad en su conjunto estar tan separados de la naturaleza.

La exposición e interacción directa con la naturaleza es esencial para un desarrollo infantil saludable y para la salud física y emocional de niños y adultos. José Antonio Corraliza, catedrático de psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, asegura que «el déficit de Naturaleza» forma parte de un conjunto de problemas que, genéricamente, se denominan enfermedades psicoterráticas, según las bautizó Glenn Albrecht, filósofo y profesor de sustentabilidad en la universidad de Murdoch de Australia, que se corresponden con trastornos que tienen su origen en una deficitaria o patológica relación con el entorno en el que vivimos.

Según el Dr. Ross Cameron, del departamento de Paisajismo de la Universidad de Sheffield, es un lamentablemente «síntoma de nuestro estilo de vida actual y globalizado«. Estamos tan conectados a la tecnología digital y a los objetos que observamos e interactuamos escasamente el mundo que nos rodea. Es más probable y paradójico que aprendamos sobre la naturaleza por internet que recorriendo tranquilamente bosques húmedos, paisajes desérticos o aventurándonos por montañas y lagos.

El profesor Corraliza indica que es prioritario recuperar nuestra memoria naturalista perdida, recalca que «Lo verde no es una moda, sino una necesidad fruto de la nostalgia, ya que el agua, los animales y la vegetación forman parte del ecosistema donde hemos tenido éxito evolutivo como especie. En las ciudades, en cambio, habitamos desde hace apenas minutos, en comparación con la inmensa historia de la Humanidad. De modo que nuestro sistema nervioso aún no está adaptado a éstas, donde casi no existen elementos naturales, y se sobresatura».

Muchos estudios, y no pocos, muestran que la falta de concentración, la ansiedad, el estrés y la irritabilidad son síntomas directos de que necesitamos una reconectar con la naturaleza. Así mismo, otros signos del déficit de Naturaleza son la obesidad, el asma, la hiperactividad o la falta de vitamina D. En contraposición, el contacto con la naturaleza hace a los niños, y persona en general, más fuertes a la hora de afrontar situaciones de estrés, les aporta autonomía y sensación de libertad, sin olvidar que jugar al aire libre mejora la concentración, la salud cardiovascular y favorece la salud respiratoria, entre otros beneficios.

«Como seres biológicos, estamos fisiológicamente adaptados para estar en ciertos ambientes, para correr, jugar, cazar. Intrínsicamente, ser muy activos«, como señala el Dr. Cameron. Cualquier interacción con la naturaleza tiene un impacto positivo y, a medida que aumenta la magnitud y la calidad de la experiencia, los beneficios se multiplican. Nuestro contacto diario con la naturaleza depende ahora, en gran medida, de disfrutar de espacios verdes urbanos.

 

Con demasiada frecuencia, los espacios verdes urbanos no están lo suficientemente cerca del lugar que viven los ciudadanos, tienes un distribución desigual en las ciudades y, los barrios más pobres, en particular, tienden a tener menos espacios verdes. De ahí, la importancia de mejorar la accesibilidad de los ciudadanos a los espacios verdes, pero de buena calidad en toda la ciudad, ya que las características de los mismos pueden promover o desalentar su uso y no obtenerse los beneficios positivos que la naturaleza nos brinda gratuitamente cada día.

Por tanto, es tiempo de pasar más que nunca a la acción e invertir en naturaleza en las ciudades a través de espacios verdes ricos en biodiversidad estratégicamente interconectados que mejoren la integridad física y mental de nuestros niños y de la sociedad en su conjunto. Sobre la base de más de 20 estudios de casos de ciudades de todo el mundo, informe del banco Mundial refuerza el hecho que la creación de espacios verdes genera unos rendimientos de inversión muy superiores a los costos monetarios. Por lo cual, más naturaleza en las ciudades repercute directamente en una mayor calidad ambiental urbana y, por ende, en una mejor calidad de vida de la población urbana siendo por ello la inversión más inteligente que se puede hacer.

La Organización Mundial de Salud nos muestra que la mejor manera de articular el cambio de nuestras ciudades es por medio de una planificación multidisciplinar, con la interacción de agentes procedentes de todas las disciplinas (medio ambiente, salud, economía, movilidad, etc.) y con la participación de la sociedad civil. Por cuanto, es un hecho de buen gobierno que las intervenciones en espacios verdes urbanos resultan más efectivas cuando cuentan con la implicación, participación y el compromiso social de la población en su conjunto.

Desde el Instituto Superior del Medio Ambiente, nos súmanos al movimiento de planificar las ciudades de otro modo; para lo cual hemos desarrollado un nuevo curso Ciudades verdes: hacia la regeneración urbana, en modalidad ON LINE. En este curso expondremos las herramientas teóricas y prácticas básicas de implementación de planes de renaturalización de las ciudades a través de los espacios verdes urbanos, periurbanos y naturales interconectados.

Todo ello a través de acciones de agricultura urbana, sistemas de drenaje sostenible, muros y tejados verdes entre otros, con el fin de conseguir un urbanismo sostenible en nuestras ciudades.

Te esperamos.